El pánico del absurdo institucional reduce la capacidad democrática de las naciones. Cuando se asienta el pánico del absurdo, una atmósfera ultramontana se encarga de destruir reminiscencias de inteligencia.

 

El pánico del absurdo es estúpido y como tal, es un estado beligerante cuya primera consecuencia es el contagio. Naciones en pánico son habitadas por ciudadanos-pánico.

 

Al mismo tiempo, llegó el momento en que el armamento retórico de la oposición consiste en no hablar de sus propuestas (virtudes) sino de los defectos del gobernante.

 

Mientras que en Francia, el presidente Sarkozy escaló la cima narcisista de las encuestas de intención de voto gracias, y hay que decirlo sin alarmarse, a las acciones criminales de Mohamed Marah, el asesino de Toulouse, en México, un estudiante universitario no puede consultar en la página web, por ejemplo de la Comisión Nacional de Vivienda, los resultados de las políticas públicas articuladas por la dependencia porque, al hacerlo, le aparece una triste leyenda con la que se le explica que no se puede dar información debido a la proximidad de las elecciones.

 

El conocimiento ya es una víctima más de las paranoias del IFE.

 

Es decir, Hollande, Le Pen y todos los candidatos que disputarán a Sarkozy la posición presidencial a finales del mes de abril, no pudieron recriminar al presidente su omnipresencia mediática durante el suceso de terror. Y después tampoco, y antes menos porque da la casualidad de que el presidente francés se convirtió en candidato de manera simultánea sin que la esquizofrenia se extendiera a toda la nación gala. Sarkozy no pude renunciar a la presidencia para entrar al periodo electoral, y no quiso renunciar a la candidatura por ser el presidente.

 

¿Por qué México es una nación esquizoide donde al presidente se le hace tomar la pócima que lo convierte en un ser invisible? La respuesta es clara: por el pasado donde la figura presidencial eclipsaba a todo el país. Por el pasado donde no se dejó crecer a la oposición. Por el pasado autoritario. Pero durante el siglo XXI uno esperaría que la educación pudiera ir sorteando la incapacidad de la burocracia electoral que un buen día se le ocurrió atentar en contra de la libertad de ficción (publicidad) de los actores políticos.

 

Lo peor del caso es encontrarse con supuestos analistas progres recriminando al presidente su “protagonismo”. Para muestra miremos lo ocurrido la semana pasada en el Auditorio Nacional. El presidente Calderón ofreció una especie de informe pensando que a su sexenio, mediáticamente hablando, le quedaban menos de 48 horas de existencia. Al día siguiente, los analistas “republicanos” le recriminaron tal evento.

 

No es fácil imaginar a Francois Hollande incriminando a Sarkozy por su activismo histriónico durante la campaña electoral. Es probable que Hollande se haya lamentado que al asesino de Toulouse se le haya ocurrido matar durante la campaña presidencial. Quizá Hollande se tronó los deso del coraje. Lo que es cierto, es que en el escenario de la segunda vuelta, las encuestas dan como perdedor a Sarkozy y a Hollande como ganador. Es decir, el evento del asesino de Toulouse, no le ayudará a Sarkozy a reelegirse.

 

La veda electoral es una expresión mezquina incubada en el inconsciente de unos burócratas y analistas que no creen en la evolución de la especie; expresión esquizoide de una nación con doble máscara, en el sentido más laberíntico (Octavio Paz) posible.

 

Algo más. La mediocridad conlleva a los opositores a justificar su estupidez a través de los actos del presidente.

fausto.pretelin@24-horas.mx | @faustopretelin