ROMA. La actriz Laura Antonelli, que fue encontrada hoy muerta a los 73 años en su domicilio en Roma, fue uno de los sex symbol del cine europeo de la década de los setenta y una mujer compleja cuya vida acabó a la deriva por las drogas, los problemas mentales y la soledad.

 

De expresivos ojos claros y desbordante sensualidad, la actriz logró el éxito en el cine erótico que tuvo un hueco importante en la década de los setenta, pero también fue inspiración de directores como Luchino Visconti en L’innocente (El inocente, 1976).

 

Un brillo de estrella que se apagó rápido, a la misma velocidad con la que caía en las drogas, poco antes de saberse que sufría una crisis depresiva por la que fue internada en un centro mental en Roma.

 

Eso ocurría en los noventa en unos años en los que la imagen de Antonelli estaba lejos de parecerse a la de sus años de esplendor, aquellos en los que formó una espectacular pareja con el francés Jean-Paul Belmondo.

 

Las consecuencias de una desastrosa operación de cirugía estética no le ayudaron en sus vanos intentos de volver a ser la que había sido -su última película, en 1991, fue Malizia 2000, la continuación de su mayor éxito, que databa de 1973-.

 

El 17 de marzo de 2000 fue absuelta de una condena de 3 años y medio de prisión que le había sido impuesta en 1991 por tenencia de estupefacientes. Tras 9 años de arresto domiciliario un Tribunal decidió que era para uso personal y no para ser vendida.

 

Poco más se supo desde entonces de una actriz nacida el 28 de noviembre de 1941 en Pola, en una región que antes era Istria y que hoy es parte de Croacia.

 

Una sensual belleza hundida en las drogas

 

Se formó en educación física en Nápoles y, posteriormente, se trasladó con su familia a Roma, donde comenzó a trabajar como profesora hasta que en 1969 el director de cine Massimo Dallamano descubrió su belleza y le abrió las puertas de la gran pantalla.

 

Este cineasta le propuso protagonizar su filme Venere in pelliccia, que debido a su gran carga sexual fue censurado en la época y no pudo ser estrenado hasta 1975, bajo el título Le malizie di Venere (El placer de Venus) y con importantes modificaciones.

 

En los primeros años de los 70, interpretó varios papeles como actriz, pero el rol que verdaderamente le lanzó a la fama fue el de una asistenta doméstica que hacía enloquecer al señor de la casa en la Sicilia de los años 50.

 

La película era Malizia, un largometraje dirigido en 1973 por Salvatore Samperi, y en ella aparecía como una mujer provocativa y muy sensual, una imagen que le convirtió en un símbolo sexual, primero para los italianos y luego para todos los europeos.

 

Una película que vista ahora es casi torpe e inocente pero que en su momento fue considerada de un alto erotismo, al igual que las protagonizadas por la holandesa Sylvia Kristel.

 

Encadenó entonces una serie de comedias de contenido erótico, como Sessomatto (Sexo loco, 1973), de Dino Risi; Peccato veniale (Me gusta mi cuñada, 1974); Simona (Yo soy la pasión, 1974) o Divina creatura (Divina criatura, 1975).

 

Pero Luchino Visconti supo ver más allá de esos papeles pueriles y la contrató para hacer L’innocente, que le abriría las puertas a otro tipo de cine.

 

Protagonizó Il malato imaginario (1979) junto a Alberto Sordi; Passione d’amore (Entre el amor y la muerte, 1981), dirigida por Ettore Scola, o Il turno (1981), junto a Vittorio Gassman.

 

Aquellos años dorados para la actriz, sin embargo, no duraron mucho y Antonelli cayó hasta hundirse en un pozo profundo de depresión, soledad y drogas.

 

A principios de los 90 saltó de nuevo a la palestra mediática, aunque esta vez no por temas relacionados con el celuloide.

 

Antonelli se retiró del cine durante muchos años a causa de una depresión y el 27 de abril de 1991 fue arrestada, después de que la policía encontrara 36 gramos de cocaína sobre una bandeja de plata en la mesa de su salón, en Roma.

 

Fue condenada a tres años y medio de prisión en 1991 por tenencia de estupefacientes, pero la actriz siempre sostuvo que la sustancia era para consumo personal.

 

Se inició entonces un proceso judicial largo que duró nueve años y que terminó con su absolución, pues en marzo de 2000 un Tribunal de Segunda Instancia de Roma aceptó la tesis de la defensa y resolvió que la droga era para uso personal.

 

La operación de cirugía estética a la que se sometió en 1992 y que prácticamente le desfiguró la cara agravó aún más su alejamiento de la gran pantalla.

 

En noviembre de 1996, Antonelli fue internada en la sección psiquiátrica de un centro sanitario de Civitavecchia, donde permaneció hasta hace aproximadamente diez años cuando se trasladó a Ladispoli, a pocos kilómetros de la capital italiana.

 

Desde entonces vivió sola y casi aislada, pero no olvidada por sus compañeros de profesión, que hoy le han dado su último adiós. como el actor italiano Alessandro Gassmann, que ha escrito en su perfil de Twitter simplemente: “Laura Antonelli”, seguido de varios ramos de flores.  DM