La salud de los políticos debe ser un tema que se transparente ante la ciudadanía, más si se busca el voto para una encomienda de varios años.

 

Un mareo de la candidata presidencial del PAN, Josefina Vázquez Mota, en la semana de arranque de campañas ha motivado declaraciones de todo tipo entre especialistas, redes sociales y de sus propios contrincantes. El tema está nuevamente en el reflector.

 

La discusión sobre la privacidad de la persona y la información pública del personaje es un tema poco discutido, prácticamente en mutis.

 

En la escena electoral, los señalamientos de que Vázquez Mota padeció o padece desordenes alimenticios como anorexia o bulimia han sido un rumor que la propia campaña no ha esfumado. Bastaría una hoja clínica para resolverlo.  La baja de unos 15 kilos en su tiempo como secretaria de Educación Publica ha mantenido el tema en el terreno de lo posible.

 

Andrés Manuel López Obrador, de la alianza Movimiento Progresista (PRD, PT y Movimiento Ciudadano), Enrique Peña Nieto de la coalición Compartamos México (PRI y PVEM),  y Gabriel Quadri, de Nueva Alianza, le desearon pronta recuperación; el primero llamó a no hacer escarnio del tema pues aclaró todos somos susceptibles a una situación de este tipo, mientras que el priista se manifestó porque todos los candidatos presenten su chequeo médico.

 

Ante este revuelo, los aspirantes a suceder a Felipe Calderón en Los Pinos coincidieron en que no tienen problema alguno en presentar su historial de salud, sin embargo todo ha quedado en la declaración.

 

En la palestra, también se encuentra López Obrador, a quien se le ha señalado de padecer divertículos, pequeñas bolsas que se abultan en colon o intestino grueso. Si no es así, hoy sería el momento ideal para descartarlo.

 

A lo dicho por sus oponentes, la panista respondió con acciones como dejarse acompañar por una televisora al gimnasio para mostrar su fuerza física; el anuncio de reforzar su campaña agregando un evento en el feriado de Semana Santa que previamente dijo descansaría y finalmente reviró a Peña sobre la necesidad de que él presente un examen toxicológico, pues dijo no todo es la salud física.

 

Aunque en México no existe alguna norma que penalice a candidato alguno sobre guardar o “esconder” su estado de salud, ésta es una variable importante para el voto del electorado.

 

En el país hay pocos momentos en que el tema de la salud de un político de primera línea no haya sido considerado “secreto de Estado”. Y fue la propia presidencia, durante el mandato de Vicente Fox, quien reveló una intervención de columna a la que se sometió el ex mandatario.

 

La salud de Fox tuvo un segundo espacio en la agenda en 2003. Fue tema de discusión cuando se reveló que el ex presidente tomaba el antidepresivo Prozac para abatir su mal estado de ánimo. Sin embargo cuando fue increpado por medios extranjeros al respecto, el ex presidente se molestó, negó la especie y súbitamente concluyó la entrevista.

 

Más recientemente, en noviembre de 2011, se reveló que el secretario de Educación, Alonso Lujambio, el candidato natural del ex presidente, padecía cáncer de médula. Pero esto ocurrió cuando el funcionario fue trasladado a un hospital fuera del país para ser atendido tras pasar varias semanas en el Instituto Nacional de Nutrición por falla renal y hepática.

 

El reflector apuntó a Elba Esther Gordillo, en 2005, de quien se reveló padecía Hepatitis C, enfermedad que de acuerdo a especialistas es frecuente y uno de cada 100 adultos la padece.

 

Sin conocer el motivo del contagio de la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el padecimiento que produce inflamación en el hígado y que entre sus complicaciones cirrosis hepática y cáncer de hígado, enfermedades letales, se le aceleró y la obligó a buscar tratamientos fuera del país y puso en debate su posible salida del liderazgo magisterial. Lo que hasta ahora no ha ocurrido.

 

La reticencia a transparentar el asunto aún permea, lo que nos mantiene a distancia de lo ya instalado en otros países como Estados Unidos.

 

Si bien, nuestro vecino del norte, que también se encuentra en proceso electoral, no cuenta con leyes que obliguen a los candidatos a presentar su hoja de salud, existe un consenso desde hace tres décadas de que  el electorado tiene derecho a conocer las condiciones físicas y mentales de los aspirantes a cargos públicos.

 

Tras la revelación del mal de Alzheimer que sufrió Ronald Reagan, en Estados Unidos, los candidatos y funcionarios públicos hacen público su estado de salud.

 

En su momento, en acto de transparencia, el presidente Barack Obama dio a conocer que era adicto al cigarro y que estaba usando diversos tratamientos para tratar de dejarlo.

 

De los últimos casos que provocaron escándalos a una candidatura en EU, se recuerda el del candidato John McCaine quien fue cuestionado ante fuertes rumores sobre enfermedades en el 2000, por lo que divulgó más de mil páginas de su historial médico.

 

Aunque hay quienes también han optado por ocultar sus padecimientos, y en este caso se recuerda el de Paul Songa, quien ocultó su cáncer avanzado durante la precandidatura que perdió contra Bill Clinton.

 

Eso mismo ocurrió en Rusia, cuando Boris Yeltsin fue electo presidente Rusia sin que sus electores supieran que tenía problemas cardíacos y un alcoholismo que le provocaba depresión crónica.