Uno de los personajes más polémicos de la historia nacional por lo sucedido durante su gestión presidencial, la cual ocasionó la Revolución Mexicana, es Porfirio Díaz, de quien este 2 de julio se cumplen 100 años de su muerte.
José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, quien nació el 15 de septiembre de 1830 en la ciudad de Oaxaca, está reconocido como el presidente de México que trajo la paz después de la convulsionada etapa surgida luego de la Independencia de México.
Su régimen significó orden político, social y hasta de las finanzas públicas, atracción de capitales extranjeros, construcción de caminos y puertos, tendido de líneas férreas y telegráficas que comunicaron al territorio nacional, y reconocimiento internacional.
Sin embargo, según historiadores estudiosos del periodo porfirista, dichos beneficios los consiguió al permitir situaciones de trabajo en el campo y la ciudad inaceptables, acallando a la oposición y a la prensa y con su continua permanencia en el poder mediante elecciones controladas.
De acuerdo con información publicada en los sitios “presidentes.mx” y “biografiasyvidas.com”, Porfirio Díaz quedó huérfano de padre a los tres años de edad, por lo que fue inscrito en el seminario de Oaxaca para ser sacerdote, pero luego cambió de plan.
Estudió Derecho en el Instituto de Ciencias y Artes, donde fue discípulo de Benito Juárez (1806-1872), de quien se haría seguidor. Pero dicho plantel fue cerrado por el presidente Santa Anna (1794-1876) en 1854, por lo que ese mismo año se sumó a la Revolución de Ayutla que derrocó al mandatario.
Así ingresó a la carrera militar, en la que su asenso fue espectacular; participó en la Guerra de Reforma del lado liberal, triunfante, y al terminar ésta fue nombrado general y elegido diputado en 1861.
Al año siguiente retomó las armas para resistir la invasión francesa y el ascenso de Maximiliano de Habsburgo (1832-1867) como emperador, lucha en la que participó en la batalla del 5 de mayo de 1862 junto con Ignacio Zaragoza (1829-1862) .
En 1867 sitió la ciudad de Puebla y realizó un asalto contra las fuerzas del emperador, las cuales se refugiaron en los cerros de Loreto y Guadalupe, movimiento que aprovechó para con sus tropas avanzar y tomar la Ciudad de México (2 de abril), lo que precipitó la caída de Maximiliano y el triunfo de Juárez.
Tales hechos le generaron gran reconocimiento, pero el Congreso eligió a Juárez como presidente, quien se reeligiría cuatro años después, ante lo cual Díaz se reveló y lanzó el Plan de La Noria, en el que se pronunció por la no reelección. Ante su fracaso, salió del país.
Con una amnistía abierta luego de la muerte de Juárez, en 1872, Díaz regresó al país, aunque la presidencia recayó en Sebastián Lerdo de Tejada (1823-1889), quien pretendió reelegirse en 1876, frente a lo cual se volvió a revelar lanzando el Plan de Tuxtepec, con el que ahora sí triunfó y accedió a la presidencia.
Fue este su primer periodo como presidente, en el cual impulsó una reforma constitucional que vetó la reelección presidencial consecutiva, por lo que cedió el poder a Manuel González (1880-1884). En este periodo fue ministro de Fomento y gobernador de Oaxaca.
Enseguida se presentó como candidato presidencial, toda vez que la Carta Magna sólo prohibía las reelecciones consecutivas, y ganó. Tres años después introdujo una reforma y en 1890 otra que, juntas, permitían la reelección presidencial indefinida. Díaz permanecería al frente del país hasta 1911.
Poco a poco fue posesionándose de los espacios políticos, legislativos y judiciales, cerró puertas a la oposición, la acalló, dominó el Congreso, que respondía a sus designios, y en la práctica anuló la soberanía de los estados.
Este dominio porfirista impulsó una paz que permitió el reconocimiento internacional, la apertura de nuevas líneas de crédito, la inversión nacional y extranjera. “Poca política y mucha administración” era el lema de la época.
Sin embargo, con el paso de los años, conforme avanzaba el porfiriato era cada vez más palpable la abismal diferencia en el reparto de la riqueza nacional, y el descontento de los pobres era creciente y la queja de los opositores más sonora.
En este contexto sucedería el proceso electoral de 1910, cuando el político coahuilense Francisco I. Madero (1873-1913) se postuló como oponente a Díaz, motivado por los dichos del presidente en una entrevista dada dos años antes, en la que aseguró que habría elecciones libres.
Madero realizó una campaña entusiasta, a la que se sumó cantidad de sectores sociales opuestos al régimen porfirista y quienes habían sido excluidos del crecimiento del país, abandonados a su suerte e incluso llevados a la miseria, todos anhelantes del cambio.
Sin embargo, Madero fue detenido antes de la jornada electoral en Monterrey y encarcelado en San Luis Potosí. Salió de presidio pagando una fianza, huyó a Estados Unidos y desde ahí lanzó el Plan de San Luis, en el que desconocía a Díaz como presidente y llamaba a levantarse en armas contra él para el 20 de noviembre de 1910.
Al llamado respondieron cientos de personas, quienes integraron un ejército que en tan sólo seis meses derrotó a las fuerzas armadas del régimen. La acción militar definitiva fue la toma de Ciudad Juárez por las fuerzas encabezadas por Pascual Orozco (1882-1915) y Pancho Villa (1878- 1923).
En esa misma ciudad en mayo de 1911 se firmó la paz entre maderistas y el gobierno de Díaz, quien renunció a la Presidencia y abandonó el país con rumbo a París, Francia, donde habría de morir el 2 de julio de 1915.