La opacidad y falta de transparencia con la que opera el Sistema Penitenciario federal resulta un factor primordial para una segunda fuga de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, alias El Chapo, capo considerado “el más peligroso del país”. Para especialistas en materia de seguridad y procuración de justicia los niveles de corrupción al interior de los penales del país es reflejo de la debilidad de las autoridades ante la delincuencia organizada.
Enumerando las principales consecuencias de esta segunda evasión (la primera ocurrida en enero de 2001), Gerardo Rodríguez Sánchez Lara, profesor de seguridad, terrorismo y comunicación política, señala un “golpe fuertísimo” al gobierno federal particularmente sobre el titular de la Secretaría de Gobernación debido a la presión del gobierno estadunidense.
“Debe haber profundas quejas y presiones del lado americano porque no se extraditó de manera rápida (…) Es un golpe fuertísimo sobre la Secretaría de Gobernación y sobre el gobierno en particular luego de que decidieron asumir la responsabilidad de seguridad a nivel federal, incluyendo los penales de alta seguridad, porque al fusionarse ambas secretarías el primer responsable de esto es el Secretario de Gobernación”, aseguró el también profesor de la Universidad de las Américas Puebla .
Para Sánchez Lara hay dos vertientes derivadas de esta nueva fuga, por un lado muestra “un nivel altísimo de corrupción dentro del sistema penitenciario, en particular del Altiplano; así como una gran capacidad logística y de inteligencia del cártel del Pacífico”.
Falta corregir la estrategia
Por otra parte, para Javier Oliva Posada, profesor especialista en temas de seguridad nacional de la UNAM, la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán significa un retroceso en la justicia mexicana por lo que es momento de redefinir la estrategia del Gobierno Federal contra el crimen organizado.
Para ello, recomendó, se debe atacar a la delincuencia desde las bases y no sólo de manera de contención, para que a través de una reforma judicial sean los jueces quienes puedan enjuiciar sin temor a los presuntos criminales, como lo hicieron en su momento “los jueces sin rostro”, en Colombia, y los jueces contra los mafiosos de la “Cosa Nostra”, en Italia.
La fuga del capo de la droga es un desaliento para los elementos del Ejército, de la Marina Armada de México y de la Policía Federal porque todos los días arriesgan su vida y la de sus familias para capturar a los delincuentes que, como en este caso, gozan de impunidad.