Cuanto ciclista triunfe o destaque, cuanto pedalista imponga hegemonía y saque ventaja, cuanto velocista o montañista conquiste más de una etapa, mantendrá sobre sus logros cierto halo de suspicacia.
Es el precio que muchísimos justos han de pagar por tantos tramposos que les precedieron. Lance Armstrong, paradigma máximo del dopaje en este deporte, insinuó que todos quienes compitieron en su tiempo lo hicieron burlando la legalidad y afirmó tajantemente que nadie habría podido ganar todo lo que él ganó con músculo/resistencia/respiración legítimos.
Ahora las dudas recaen sobre el británico Chris Froome, quien encabeza con comodidad la clasificación general del Tour de Francia 2015. Froome no sólo se parece a Lance en el idioma, entendiendo que este deporte solía ser patrimonio de franceses, italianos, belgas, españoles, y últimamente ha sido encabezado por estadounidenses, ingleses, australianos.
También, y mucho más importante, en el poderío de su equipo, el Team Sky, equiparable al omnipotente US Postal de Armstrong; la cantidad de gregarios y apoyo de los que dispone Froome remite sin duda al gozado en su momento por el texano; lo mismo puede decirse de la cohesión del equipo, del sacrificio automático para atacar a todo rival que amenace, de la disposición para pedalear a favor de un líder (en 2012, Bradley Wiggins; desde 2013, Froome); incluso, en el Team Sky se descubrió un viejo colaborador del US Postal, de ahí que muchos críticos le llamen sarcásticamente el UK Postal. Ganarle hoy al rey de la dinastía Sky parece tan difícil como en su momento al monarca del US Postal, lo que hace que el común de los neutrales desee la victoria de cualquier otro.
Quizá por todo lo anterior (o por su cínica campaña de lavado de imagen a través del martirio), Lance Armstrong ha pretendido defender a Froome: “sé lo que implica para un muchacho como Chris el estar en medio de un Tour, lidiar con los cuestionamientos permanentes, y que mucho de eso, siendo justo y honesto, es mi culpa. Me siento mal por eso. Quien sea que gane el Tour de Francia en 2015, no tiene que estar respondiendo preguntas en relación a alguien que lo ganó hace diez o quince años. Eso simplemente no es justo”.
Froome es increpado en casi toda etapa al grado de haberle sido lanzado un vaso de orina el sábado y que la totalidad del Team Sky debió ser escoltado por la policía para evitar agresiones.
Mientras no se pruebe lo contrario, no sólo Froome está limpio, sino todos sus contemporáneos, quienes sin embargo cargan con el pesado legado de la generación anterior.
Acontece que en el ciclismo de ruta ha desparecido hasta nuevo aviso aquello del beneficio de la duda. Por contraparte, todo aquel de quien se dude, todo aquel que brille, todo aquel que tienda a acaparar títulos, ha de arrastrar un maleficio que da por hecho su trampa.