La nueva apuesta parisina se llama Ángel Di María. El petromillonario equipo francés ha vuelto a romper el mercado europeo, tal como ha sucedido desde 2011 cuando la familia real qatarí lo adquirió.
Cada verano se ha repetido tal patrón; en 2011 el elegido fue el argentino Javier Pastore a cambio de unos 40 millones de euros; en 2012 llegaron el defensa brasileño Thiago Silva y el atacante sueco Zlatan Ibrahimovic en un paquete que supuso algo más de 60 millones de euros; en 2013, el uruguayo Edinson Cavani aterrizó en el Parque de los Príncipes por casi 70 millones de euros; para 2014 se convirtió a David Luiz en el defensa más caro de la historia al desembolsar 63 millones.
En realidad, desde el año pasado, cuando concluyó el Mundial de Brasil, parecía que Ángel Di María portaría el uniforme del PSG. El Real Madrid deseaba hacer caja con su venta, luego de que el jugador mostrara su descontento por no recibir una mejora en su sueldo, tras haber sido el hombre determinante en la coronación merengue en la Champions League. Al final recaló en el Manchester United, dado que el París Saint Germain no logró balancear sus números para comprarlo (recordemos que el fairplay financiero, de reciente instauración, exige a los equipos no gastar más de lo que ingresan; fairplay ideado, precisamente, para poner límite a entidades como la parisina).
En el United tuvo un inicio por demás prometedor y poco a poco se fue apagando. Deambuló por seis posiciones diferentes en el campo, evidenció su confrontación con el director técnico Louis Van Gaal, tuvo mala suerte con las lesiones y terminó por ser el suplente más caro del planeta (ningún futbolista adquirido por clubes de la Liga Premier había costado siquiera una cantidad cercana a los 75 millones de euros de su fichaje).
Elemento con capacidad casi única para abrir defensas rivales. Su velocidad con y sin balón, su habilidad, su cambio de ritmo, su inteligencia, su hambre para adaptarse a diversas necesidades. Una temporada antes de dejar al Madrid, se daba por hecho su salida. La contratación de Gareth Bale obstruía su desempeño en donde siempre lo había hecho y los blancos padecían con un medio campo insuficiente en sacrificio. Di María fue la pieza que resolvió ese acertijo, con un rol de constante ida y vuelta (más su infaltable desequilibrio).
De no salir ninguno de los ases ofensivos del PSG (el eje del equipo, Zlatan Ibrahimovic, no cesa el discurso misterioso respecto a su permanencia o partida), no queda claro en dónde será alineado Di María, aunque en todo caso recuperara la titularidad y relevancia perdidas en Old Trafford. El PSG tendrá un ataque acaso sólo inferior en nombres al tridente ofensivo del Barcelona. Pastore-Di María-Zlatan-Cavani suena a inmensa amenaza; otra cosa distinta es la química que logren tener y que el resto del once los respalde, que no termine siendo como el Madrid de los Galácticos tan poderoso arriba como vulnerable abajo.
La pieza más cotizada del mercado vuelve a ir a París. El PSG parece más obligado que nunca a una temporada histórica en Champions League. Y, sin embargo, yo no lo incluiría entre los favoritos máximos a ganar el torneo continental. Ni siquiera tras superar los 500 millones de euros en fichajes desde que el jeque emergió en 2011.