¨La campaña es abril¨, dicen los expertos, y lo dicen porque de los tres meses exactos que dura esta campaña, el mes decisivo parece ser este primero, en el que los candidatos están en el arranque, con todo el ímpetu, y deben de mostrar sus mayores fortalezas y su potencial al electorado en las primeras semanas de campaña. Mayo, con sus puentes y días feriados, será un mes perdido para el proselitismo y en junio prácticamente llegarán definidos y sería muy difícil que en un mes –aunque todo puede pasar- cambiaran drásticamente las intenciones de voto.
Es decir, que el candidato o candidata que no aproveche este mes para posicionarse y ganar adeptos entre el electorado, sobre todo entre los indecisos o entre los llamados “votantes swinger” o “sin partido”, muy poco podrá hacer en la parte restante de la campaña, sobre todo si las tendencias continúan como hasta ahora, con la continuidad que han mostrado las encuestas, y si no hay un cambio drástico o algo que impacte de manera dramática al electorado.
Eso parecen tenerlo claro casi todos los estrategas de los candidatos presidenciales, que meten el acelerador en esta etapa y a pesar de los llamados “días santos” no interrumpieron la actividad de sus campañas. Pero en el equipo de Josefina Vázquez Mota, si bien mantuvieron su ritmo de actividad, hay una extraña parsimonia que no concuerda con la premura con la que afuera se ven los cambios necesarios en su grupo de campaña y el golpe de timón urgente en su estrategia.
Ayer, de nueva cuenta, le preguntaron a Josefina si pensaba declinar, tras las versiones de sus problemas de salud y los tropiezos de su campaña. “No he contemplado ningún escenario distinto al de seguir adelante”, dijo la candidata, quien sí confirmó que habrá cambios en su equipo y en la agenda de su campaña pero no dijo cuándo porque “aún hay tiempo para ello”.
¿Realmente tiene tiempo de sobra Josefina Vázquez Mota para tratar de enderezar el barco de su campaña que navega hasta ahora sin mucho rumbo y con los vientos en contra? No parece que le sobre tiempo. Las diferencias de entre 18 y 22 puntos porcentuales que le dan las encuestas a su contrincante Enrique Peña Nieto no se ven fácilmente remontables y lo que necesitará es precisamente tiempo.
La reacción de Josefina hasta ahora, a los errores en su equipo de campaña y a la percepción que han generado sus mareos y tropiezos en público es bastante tibia y no parece atender todo el impacto negativo que esos sucesos le han hecho a su imagen. Contrarrestar un daño como el que ella sufrió en las semanas recientes con unas fotos difundidas de ella haciendo ejercicio o bailando en un acto, no será suficiente para alejar los mensajes de debilidad y de vulnerabilidad que interesados se encargaron de esparcir aprovechando sus fallas. Ni siquiera la candidata da color sobre si supo realmente de donde provenían esos ataques y si no era de su mismo partido o del gobierno, desde donde comenzaron a filtrar los rumores de que era una candidata sustituible.
Hará falta mucho más que la sonrisa ensayada y conocida de Josefina, su hablar correcto y pausado con el que intenta transmitir confianza, para desactivar y desalentar la idea de que ella no llegará al día de la elección. El daño que se hizo ella misma y su equipo y que sus enemigos, de dentro o de fuera, se encargaron de magnificar, es mucho y si no hay un golpe enérgico de timón, una candidata que muestre energía y empiece por ordenar su casa y responder a los que la atacan, el tiempo no le dará. Y el mes de abril sigue corriendo.
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