Hollywood ha sido considerado como la fábrica de sueños, la Meca del cine, el lugar donde lo imposible se vuelve posible. Pero eso era hasta hace poco más de una década, antes de que se le agotaran las ideas y comenzara una fiebre insana por utilizar, de manera desequilibrada, cinco palabras para sus producciones: reboot, remake, precuela, secuela y spin-off.

 

En este caso en particular, la primera viene a la mente por las noticias que han rodeado al más reciente reboot que ha llegado a la pantalla grande: Los 4 Fantásticos. El filme no tuvo los resultados que se esperaban, ni con la crítica ni con la taquilla, y su producción –ahora se sabe– estuvo plagada de problemas. Sin embargo, que un filme tenga serios problemas durante su producción no es nada nuevo, ni significa que tenga que ser un mal filme. Como ejemplos están Apocalipsis Ahora, Titanic, Avatar o Tiburón.

 

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El problema que aqueja a Hollywood es que, con el afán de ganar dinero a como dé lugar, desde hace años dejó de apostar por las historias novedosas. Woody Allen lo dijo muy claro hace unos años: “Una película de éxito es aquella que consigue llevar a cabo una idea original”. Y eso es lo que dejó de hacer. Ahora la gran mayoría de las producciones son secuelas, o secuelas del remake, o precuelas del reboot, o spin-offs de la secuela del reboot y así, combinado hasta el hartazgo.

 

Prueba de ello es la gran cantidad de cintas que se han realizado, en los últimos años, basadas en filmes, historias o ideas previamente llevadas a la pantalla grande. En Hollywood, tal parece que lo único que se aprueba con facilidad son las historias de superhéroes, o las que estén relacionadas con algo que ya probó el éxito y que generó millones de dólares: si no es la de un superhéroe (y aquí inclúyanse los que quieran: Spider-Man, Capitán América, Iron Man, Superman, Batman, Tortugas Ninja, etc.) es la de un personaje de algún clásico animado en versión “real” (Cenicienta, Maléfica) o cualquier otra cosa. La condición es que tiene que ser basado en algo ya probado, lo cual muestra el terrible miedo que hay de los grandes estudios en mostrar historias inéditas (Intensa Mente sería un claro ejemplo de lo contrario).

 

Hacer remakes no es algo nuevo, pues a lo largo de la historia del cine se han repetido historias al por mayor. El problema es que se ha caído en un exceso, produciendo un hartazgo que comienza a pasar factura hasta al más optimista. En el caso de los reboots (que no es otra cosa más que reiniciar una historia con los mismos personajes, pero en otra época o en otro universo) el chiste es hacer algo diferente y, al menos, igual o mejor en todos sentidos que el filme o idea original. Casos de “reinicios” exitosos en años recientes hay pocos, pero existen: Star Trek (en las dos versiones de J.J. Abrams); la trilogía de Batman de Christopher Nolan; el James Bond de Daniel Craig o, recientemente, la nueva visión de George Miller y el mundo de Mad Max.

 

El asunto con los reboots fallidos es que han sido realizados o de manera forzada (para que el estudio mantenga los derechos de algunos personajes, como los casos de las nuevas versiones de Spider-Man o Los 4 Fantásticos) o con una historia que no aporta nada nuevo y que no respeta el espíritu del filme original. Todo eso se puede evitar, pero para ello hace falta que Hollywood se aplique a sí mismo un reboot, un “reinicio” y voltee a ver a todos esos guionistas y jóvenes cineastas que traen ideas nuevas. Y más importante aún, que los apoye. A final de cuentas, la imaginación es el límite, y como solía decir el legendario Stanley Kubrick: “Si algo puede ser escrito, o pensado, puede ser filmado”. Sólo hace falta voluntad y pensar más en términos de creatividad y no de dólares.

 

 

 

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