TOKIO. La retirada del emblema de Tokio 2020 tras la polémica sobre su supuesto plagio supone un nuevo borrón para la organización de los Juegos Olímpicos de la capital nipona, que ha disparado el malestar y el desencanto en la sociedad japonesa.
Mientras avanza la cuenta atrás hacia los Juegos se han sucedido los escándalos en torno al nuevo estadio olímpico de Tokio y al logotipo oficial, algo que ha terminado por derribar ambos símbolos y ha puesto en entredicho el futuro de la esperada cita deportiva.
Los Juegos de Tokio 2020 eran motivo de orgullo en el país asiático hasta que el pasado julio estalló la controversia sobre el estadio, pero desde entonces se han convertido un quebradero de cabeza constante para los organizadores y para las autoridades niponas.
Los medios nipones han elevado el tono de las críticas tras los últimos acontecimientos, como el diario Nikkei, que habla de “un nuevo ojo morado” para la organización, o el Asahi, que señala que los Juegos “no van por el buen camino” y exige al Gobierno nipón “más transparencia” en el proceso de preparación.
En el caso del malogrado emblema, éste ha sido desechado apenas un mes después de ser presentado de forma oficial, lo que supone la primera vez que esto sucede en la historia reciente de los Juegos Olímpicos, según destacan otros medios como el diario Mainichi.
Más frecuentes son los cambios de diseño y presupuesto en obras de gran magnitud, como el proyecto original para el coliseo olímpico de la prestigiosa arquitecta Zaha Hadid, que fue descartado después de que se dispararan sus costes de construcción y en medio de un aluvión de críticas.
Tanto la arquitecta angloiraquí como el diseñador nipón han sido los “chivos expiatorios” de ambos proyectos fallidos, y con ellos han caído varios responsables del Comité organizador y del Gobierno nipón que dimitieron de sus cargos tras un cruce de acusaciones sobre quién tenía la responsabilidad.
En los dos casos, el Ejecutivo y el comité defendieron las propuestas originales cuando empezaron a ser cuestionadas por la opinión pública, pero conforme aumentó el rechazo, dieron marcha atrás y terminaron por tirar tanto el diseño inicial del estadio como el logotipo oficial.
De cualquier modo, ambas rectificaciones ya han costado millones de yenes a los contribuyentes nipones, lo que contribuye a la sensación de desencanto de cara a los Juegos.
El descarte del diseño para el estadio supondrá seis mil millones de yenes (44.3 millones de euros/48 millones de dólares) en contratos ya finalizados y honorarios para la arquitecta y su estudio, según datos del Ejecutivo.
Asimismo, el Gobierno de Tokio ya había hecho pedidos de carteles y banderas con el logotipo desechado -que hoy todavía podía verse en el aeropuerto tokiota de Haneda o en el Ayuntamiento de la capital-, por valor de unos 46 millones yenes (350 mil euros/381 mil dólares).
El impacto económico puede ser aún mayor, ya que los patrocinadores del evento y otras entidades que habían encargado diseños con el logotipo podrían reclamar indemnizaciones, según admitió hoy el representante del comité organizador, Yukihiko Nunomura, en una comparecencia ante la Dieta (Parlamento) de Japón.
Los organizadores afrontan ahora el reto de elegir dos nuevos símbolos que convenzan a los japoneses, pero contarán con la presión añadida de saber que todos sus movimientos serán observados bajo lupa.