Las abejas están en peligro, científicos ya lo habían denunciado desde hace 20 años, y aunque pareciera un pequeño insecto irrelevante, su importancia para la vida animal y animal es vital, pues de ella y, concretamente, de su labor polinizadora, depende un tercio de los alimentos que consumimos y alrededor del 90% de las plantas silvestres.
El uso de pesticidas en la agricultura, la propagación de enfermedades y parásitos, así como la destrucción paulatina de su hábitat natural provocada por la acción humana, son parte de los muchos factores que hacen que cada año haya menos abejas en el mundo.
La mayor mortandad de los insectos la reportan México, Estados Unidos, Canadá, Francia, Bélgica, Suiza, Alemania, Reino Unido, Países Bajos, Italia, España, Egipto, Tailandia, Japón, China, Argentina y Brasil.
Para contrarrestar esta tendencia, miles de abejas en Australia portan en su espalda diminutos sensores electrónicos como parte de un programa de investigación destinado a controlar los enjambres y a desentrañar las causas de la misteriosa reducción de sus poblaciones en todo el mundo.
De acuerdo al Commonwealth Scientific and Industrial Research Organisation (CSIRO), agencia nacional de las Ciencias de dicho país, el Desorden del Colapso de las Colonias (CCD, por sus siglas en inglés) es un fenómeno por el cual las abejas obreras de una colmena de miel desaparecen bruscamente.
El Desorden del Colapso de las Colonias está teniendo un impacto económico significativo, porque las abejas que están desapareciendo por este fenómeno son las melíferas europeas, las cuales polinizan muchos cultivos agrícolas en todo el mundo, destaca la organización.
Por lo que el objetivo del CSIRO está encaminado no sólo a comprender las causas que están diezmando las poblaciones de abejas, sino también para mejorar la polinización, y consecuentemente, la productividad en las explotaciones agrícolas.
Sensores en 5 mil abejas
Para ello se instalan sensores electrónicos que miden 2,5 por 2,5 milímetros en las espaldas de alrededor de 5,000 abejas, en Hobart, Tasmania, para después liberarlas en su medio natural habitual.
“Alrededor de un tercio de los alimentos que comemos depende de la polinización, pero las poblaciones de abejas en todo el mundo están colapsando debido al ácaro Varroa y al CCD”, explica el doctor Paulo de Souza, investigador del CSIRO y líder del llamado proyecto Swarm sensing (detección de enjambres).
“Este ácaro es un parásito externo que ataca las larvas de las abejas y a los ejemplares adultos. Es la plaga más importante de estos insectos voladores en el mundo”, según De Souza.
“La investigación también examinará el impacto de los plaguicidas agrícolas en las abejas, al controlar a los insectos que se alimentan en sitios donde se utilizan productos químicos habituales.
Según el CSIRO, “el comportamiento de los enjambres dará a los agricultores herramientas para aumentar los beneficios de la polinización”.
Los sensores son unos diminutos dispositivos de identificación por radiofrecuencia, que funcionan de una manera similar a las etiquetas electrónicas que se colocan en los parabrisas de los vehículos para que sean detectados a su paso por los peajes de las autopistas australianas.
La información se envía, de forma remota, a una ubicación central, donde los investigadores pueden utilizarla para construir un modelo integral en tres dimensiones y visualizar cómo se mueven estos insectos.
“A las abejas se les colocan los sensores a la espalda con un adhesivo y no parecen tener impacto en su capacidad de volar y llevar a cabo sus funciones normales“, señala el doctor De Souza, experto en informática computacional.
“Las abejas son insectos sociales que vuelven al mismo punto y operan en un horario predecible, por lo que cualquier cambio en su comportamiento indica un cambio en su entorno”, indica el experto.
“Si somos capaces de seguir sus movimientos, seremos capaces de reconocer muy rápidamente cuando su actividad muestra una variación e identificar la causa, lo cual nos ayudará a entender cómo maximizar su productividad y detectar y monitorizar cualquier riesgo para su seguridad”, señala De Souza.
Además, el equipo del CSIRO está trabajando con el Instituto de Tecnología Vale, de Brasil, para llevar esta tecnología a la Amazonía, lo que permitirá monitorear y comparar el comportamiento de las colonias de abejas en las dos regiones.
Abejorros con exceso de equipaje
Por otra parte, un equipo de investigadores estadunidenses también colocó una particular “mochila” a los abejorros, aunque diferente a la de las abejas australianas, para revelar de qué manera la carga de polen que transportan, que puede llegar a representar hasta la mitad de su propio peso, influye en la estabilidad y maniobrabilidad de su vuelo y en sus costumbres.
Los investigadores, liderados por el doctor Andrew Mountcastle, biólogo de la Universidad de Harvard, en EU, fabricaron una serie de pequeñas cargas artificiales que adosaron a los cuerpos (patas y espalda) de una serie de abejorros.
En la naturaleza, los abejorros transportan polen en sus patas y néctar, en su abdomen. Los científicos pegaron unas pequeñas pesas de acero, primero a las extremidades de los insectos y después a su vientre, para simular respectivamente esos dos tipos de carga de forma artificial.
Después, el equipo de Mountcastle filmó en laboratorio los patrones de vuelo de estos insectos, expuestos a distintas condiciones dentro de un túnel de viento.
Los abejorros fueron atraídos hacia una flor de señuelo debiendo volar con nada de aire, con poca corriente de aire y con mucho aire en contra.
Al analizar las pruebas hallaron que, cuando hay turbulencias de viento, los abejorros son más estables cuando vuelan acarreando peso en sus patas, mientras que cuando el aire está calmado aquellos con unas “patas pesadas” son menos ágiles que los que llevan la carga en su abdomen.
“Esto –según doctor Mountcastle- conduce a la interesante posibilidad de que estos insectos voladores tengan en cuenta las condiciones del viento, a la hora de elegir la carga que transportan, polen o bien néctar, lo cual será el objetivo de próximas investigaciones”.
Los autores creen que el análisis de estos datos ayudará a conocer mejor los comportamientos de estos insectos polinizadores en su ambiente natural y a tener más información sobre las estrategias de recolección de polen que eligen en cada momento, algo importante teniendo en cuenta su papel crucial para la reproducción de plantas silvestres y cultivos agrícolas. (Con información de EFE y La Vanguardia)