Hoy cumple 30 años, y sus recuerdos sobre el sismo de 8.1 grados en la escala de Richter que cambió la vida de los capitalinos el 19 de septiembre de 1985, son los que le compartieron sus padres, no hay más.

 

Araceli nació el 18 de septiembre; su madre, María de Jesús Romo, se recuperaba del parto, serían dadas de alta el 19 de septiembre a las 8:00 horas, ambas se encontraban en la torre de hospitalización del Hospital Juárez.

 

Pero un fuerte movimiento telúrico no sólo les impidió salir por donde llegaron, si no que mamá e hija tuvieron que ser rescatadas de entre los escombros. Primero la bebé y dos días después la madre.

 

Ella, Araceli, fue la segunda de los cerca de 16 recién nacidos rescatados del terremoto del 85, grupo al que se le denominó “bebés milagro”.

 

 

Segunda oportunidad de vida

 

Casi tres décadas han pasado de aquel episodio que nadie olvida y que para la joven Araceli Santamaría Romo fue una segunda oportunidad de vida, que ha aprovechado.

 

Es química farmacéutica bióloga y trabaja en el área de servicios farmacéuticos del Hospital Infantil de México Federico Gómez, nosocomio al que fue llevada para su atención luego de haber sobrevivido a la catástrofe.

 

En entrevista con Notimex, relata que su infancia fue normal.

 

“Parecería una situación especial pero la realidad es que no, como todo niño. Tuve cinco hermanos y una infancia bastante normal, que te pegaban porque te portabas mal, que te premiaban, como cualquier niño”.

 

A la pregunta de qué siente al saber que fue una de las sobrevivientes a un terremoto en el que muchos murieron, esboza una leve sonrisa, suspira profundamente y mira a lo lejos.

 

“Creo que todos estamos aquí por algo, todos en general, cada persona que queda es especial, como dice un buen dicho, cuando te toca aunque te quites, y cuando no, aunque te pongas”.

 

Organizaciones civiles crearon un fideicomiso para apoyar al grupo de niños sobrevivientes del temblor, de esta a los pequeños se les cubrieron gastos médicos, educación y en algunos momentos, alimentación, porque algunos perdieron a sus padres.

 

Para Araceli, el apoyo se le dio hasta que terminó los estudios universitarios, a los 23 años, edad en la que entró a trabajar en este centro de salud.

 

El hospital me dijo que me viniera, que tenía mi lugar aquí, termine mi servicio y carrera en diciembre y para marzo ya estaba trabajando, aquí me siento genial, el hospital te da todo, no puedes pedir nada”.

 

Ahora la joven mexiquense estudia una maestría que concluirá en mayo de 2016.  DM