Funcionarios del gobierno federal anunciaron con bombo y platillos que después de cinco años de intensas negociaciones –donde brillaron por su presencia intereses comerciales ofensivos de varios países– México había firmado el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), con 11 países de América, Asia y Oceanía, lo que nos abriría la puerta a un mercado de 800 millones de consumidores que representa decenas de miles de millones de dólares para nuestro país, lo cual suena muy bonito y gratificante. Pero…
En un road show por diversos medios de comunicación, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, quien participó en dichas negociaciones, afirmó que el desenlace de las mismas fue posible gracias a la voluntad política, pragmatismo y flexibilidad de cada una de las partes involucradas en la negociación y a las contrapartes de las 11 naciones que hicieron historia con la firma del susodicho TPP, porque éste será, sin duda, un modelo de negociación para futuros acuerdos comerciales y pone a México a la vanguardia en la materia. ¡Qué Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá ni qué nada!, quiso decir Ildefonso. El TLC se queda chiquito ante el TPP porque éste abre nuevas oportunidades de negocio para el sector productivo mexicano en seis mercados de Asia-Pacífico (Australia, Brunei, Malasia, Nueva Zelandia, Singapur y Vietnam), la región que registrará el mayor crecimiento económico en los próximos 25 años. Los 11 países que también forman parte del TPP representan casi tres cuartas partes (72%) del comercio exterior de México y son el origen de más de la mitad (55%) de la inversión recibida por el país desde 1999.
Además, el TPP fortalece la integración de las cadenas productivas de México, Estados Unidos y Canadá, contribuyendo a la meta de convertir a América del Norte en la región más competitiva del mundo, detalló el funcionario. Por otro lado, consolida el acceso preferencial a los mercados de Chile y Perú, socios comerciales prioritarios de México en América Latina, y profundiza las preferencias de acceso al mercado de Japón. México logró los balances adecuados entre los intereses ofensivos y las sensibilidades en áreas como la cadena autopartes-automotriz, textil-vestido y productos agropecuarios, como arroz, cárnicos, lácteos… presumió el funcionario mexicano.
¡Qué bonito acuerdo, señor secretario!, exclamaron los “paleros”. Pero los observadores político-económicos preguntan: ¿Qué negociamos específicamente en los rubros que usted menciona? ¿Le vamos a vender a Australia botas UGG y a Nueva Zelanda leche en polvo? ¡Ejem, ejem…!, exclamó Guajardo. Lo que pasa es que no se pueden dar detalles hasta que se pulan y se mande al Senado para su aprobación. Y envió el siguiente mensaje a los dueños de varias industrias (automotriz, farmacéutica, azucarera…) que están medio nerviosas por lo que se pudo haber negociado: Todavía faltan 90 días para que los Congresos de todos los países firmantes lo aprueben.
Ildefonso Guajardo agradeció también a las dependencias federales involucradas en la negociación y las consultas permanentes con representantes de los sectores productivos mexicanos, a través del llamado “cuarto de junto”. Sin embargo, algunos de ellos han declarado en público y en privado que ni ellos conocen los términos del tan elogiado TPP. Lo único que te puedo decir, confiesa un importante empresario, es que “nos vimos como perros acosados” por australianos y neozelandeses.
Llama la atención que mientras en México se festeja la firma del TPP, en Estados Unidos –que forma parte de los países firmantes– importantes personajes, como la precandidata a la Presidencia, Hillary Clinton, cuestionan el documento, argumentando que en lugar de crear más y mejores empleos, aumento de salarios y otras cosas bellas que le “vendió” Barack Obama a la población, perjudicará a los trabajadores de ese país.
Y si eso piensan algunos congresistas de Estados Unidos, entonces la pregunta podría ser: ¿Qué podemos esperar nosotros?