Todas las líneas de investigación sobre el atentado terrorista del sábado en Ankara, que dejó al menos a 97 muertos, pasan por Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco.
La línea más “aterciopelada” para Erdogan lo implica claramente, al menos por omisión. Se trata de lo que sus propios servicios secretos filtraron a los medios de comunicación la misma tarde del atentado: fue el Estado Islámico.
Bajo la premisa: “Los enemigos de tu enemigo son mis amigos”, Erdogan cometió dos graves errores.
El primero de ellos fue hacerse de la vista gorda en el enfrentamiento entre los terroristas, encabezados por Abu Bakr Al Baghdadi, del Estado Islámico, con el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), y la etnia kurda en general. El segundo error de Erdogan es haber jugado con fuego al apoyar a células terroristas en los combates contra kurdos en Kobane, Siria y, por su puesto, en la lucha contra el presidente Bachar al-Asad.
En efecto, entre Erdogan y Al-Asad existe reciprocidad. El sirio apoya a los terroristas del PKK en Turquía y el mandatario turco apoya a todos los grupos que luchan en Siria para derrocar al presidente.
Ahora, los kurdos entran a la batalla que se extiende en Oriente Medio. Ya lo estaban cuando Irak se desplomó con el surgimiento del Estado Islámico. Entre el fuego cruzado de sunitas y chiitas, en Irak, los kurdos aventaron la toalla al decir basta ya: nos independizamos. No lo lograron. Nada sencillo para una etnia sin nación como la kurda. Son 30 millones distribuidos en Turquía (55%), Irán (20%), Irak (20%) y Siria (5%).
El objetivo de Bakr Al Baghdadi es instalar un califato entre Afganistán y Siria, pasando por Irak. Ahora, se ha fijado como objetivo destruir al “satán” de Erdogan por haberse aliado con “los cruzados” (en referencia a Estados Unidos). El dirigente del Estado Islámico reveló su intención el pasado agosto a través de un video.
La CIA tiene la suficiente información para demostrarle al presidente Obama que Erdogan es un aliado ineficiente por estar coludido con grupos que ganan rentabilidad al atacar a los kurdos; los mismos grupos a quien combate Estados Unidos por aire.
Erdogan se percató rápidamente de que la aviación militar rusa invadió aire turco pero no comenta demasiado de las estrategias que emplea para no hacer nada cuando el Estado Islámico ataca territorio kurdo en Turquía. Tampoco habla demasiado sobre el tapón que su ejército aplica en la frontera con Kobane evitando el ingreso de kurdos a su país.
Es importante no olvidar la temática que congregó el sábado a miles de manifestantes: a favor de la paz entre el gobierno con el PKK, y contra el ascenso del perfil autoritario de Erdogan.
Si Atatürk modernizó a Turquía a través de un sistema político laico modelado a la francesa, Erdogan da muestras de que después de 13 años de poder, sus rasgos políticos se han venido abajo por la corrupción que le rodea.
En febrero de 2014 apareció en YouTube una grabación entre Erdogan con su hijo Bilal, a quien le pide que esconda dinero de los inspectores anticorrupción. La conversación ocurrió el 17 de diciembre de 2013. Ese día los inspectores dieron la orden de encarcelar a decenas de miembros del partido de Erdogan, AKP (el Partido de la Justicia y el Desarrollo). Tres de los detenidos eran hijos de ministros de Erdogan, quien en aquel momento no era presidente sino primer ministro. Erdogan negó la conversación pero desconectó YouTube, Facebook y Twitter.
Dos años después, Erdogan ordena tres días de luto por los atentados del sábado y vuelve a desconectar las redes sociales. Convertido en sultán, Erdogan no es la cabeza de turco que los cristianos colgaban para señalarla como el origen de todos los males. Simplemente es un autócrata que ya no logra identificar a sus aliados en la zona.