Podemos adaptar el viejo dicho de la abuela a los momentos de turbulencia financiera y decir que cae más rápido un hablador que el peso frente al dólar.
A principios de esta semana no faltó algún funcionario y sus voceros que quisieron hablar de la depreciación de la moneda mexicana como un hecho del pasado, como si todo hubiera pasado ya.
Ya para el martes 13 el peso volvía a mostrar su condición de pasajero de una incontrolable inestabilidad financiera global. El peso que había logrado niveles cercanos a 16.50 regresaba casi a 17.
La realidad es que no se ha superado uno solo de los factores que provocaron la pérdida del peso desde el último trimestre del año pasado.
Los precios de las materias primas no se han recuperado, en especial para la economía mexicana el precio del energético se mantiene castigado por un mercado de productores que en su gran mayoría sigue bombeando petróleo en niveles récord y un mercado débil en su consumo.
La Reserva Federal de Estados Unidos desde hace un año que retiró por completo los estímulos adicionales del programa de liquidez en su tercer capítulo (el QE3), pero sigue generando incertidumbre el momento de iniciar el aumento en las tasas de interés.
Y la desaceleración económica china empieza a marcar el destino del comercio mundial, porque si el gigante baja el ritmo sus socios tienen menos actividad, lo que encadena efectos negativos en todas direcciones.
Por lo pronto hay que estar pendientes del dato del crecimiento del Producto Interno Bruto de China al cierre del tercer trimestre que se dará a conocer el sábado, porque será el mejor indicador de los efectos de la desaceleración del país asiático.
Todos estos factores, más los que usted le quiera sumar de la agenda geopolítica, desde Ucrania hasta la migración siria o la violencia en Israel son razones suficientes para no cantar victoria y decretar el final de los tiempos difíciles.
La incertidumbre principal seguirá a cargo de la autoridad monetaria de Estados Unidos porque su proceso de regularización de la política monetaria debe cambiar no sólo una tasa de interés, tiene que acabar con hábitos creados y adicciones adquiridas como aquella a los dólares interminables y la minimización del riesgo financiero.
Cuando inicie el proceso de alza de las tasas de interés y se pueda establecer un calendario aceptable de aumentos para llegar a la neutralidad de la tasa de referencia de la Fed, lo que habrá de llegar son las consecuencias.
Todos aquellos que se aficionaron a la deuda barata enfrentarán la realidad de mayores costos financieros y si la condición de crecimiento no está presente, muchas empresas y hasta países completos empezarán a sufrir para cumplir los servicios de sus apalancamientos.
En fin que todavía no se ve la orilla que nos lleve a la par de mercados tranquilos, estables y crecimientos sostenidos.
Sigue siendo un momento de mucha prudencia en las empresas y en la familia al momento de tomar decisiones financieras.
No es tampoco una situación de provocar una parálisis, pero sí de analizar muy bien qué se hace con una expectativa de mediano y largo plazos con el financiamiento.
Y así como tiene que desconfiar de quien le asegura que el dólar se va a 20 pesos, desconfíe de los que se llenan la boca diciendo que se terminó la turbulencia y que está por regresar la calma.