De vez en cuando uno escucha términos como “vecinocracia” o “Nymby” (not in my backyard / no en mi patio trasero). Éstos tienen una alta carga peyorativa. Los habitantes locales no quieren que se altere su vida cotidiana, para bien y para mal, y por lo tanto se resisten, manifiestan y actúan contra políticas que les pongan en riesgo esta cotidianidad. Puede ser que haya algo de cierto en todo esto, pero no deja de ser una valoración incompleta.
En la larga lista de atropellos a los locales en aras de un beneficio general, la Ciudad de México ha impuesto avenidas, vías del metro, pozos, plazas, usos de suelo, dividido pueblos, etcétera. No es la única, el sistema de plazas centrales de Guadalajara y la Macroplaza de Monterrey también se impusieron sobre propiedades privadas en aras de un bien general.
Uno de los ejemplos recientes, el planteamiento de la Secretaría de Turismo federal por declarar el barrio de San Ángel como pueblo mágico. Grupos de vecinos se opusieron, encontraron buenos argumentos legales para ello, y al menos de momento la declaratoria no se concretó. Uno podría decir ¿qué tiene de malo declarar San Ángel como pueblo mágico si esto ayuda a fomentar el turismo? El otro enfoque es ¿tiene capacidad San Ángel para recibir turistas, más allá de un puñado de hoteles boutique, sin alterar la vida de sus pobladores?
Y así como San Ángel, Polanco también cuenta con vecinos muy activos. Se han opuesto a la construcción de estacionamientos subterráneos, salidas del segundo piso del Periférico, ejes viales y un tren elevado. ¿Está mal su acción? Todos estos proyectos se han preparado a espaldas de los vecinos y sin tomar en cuenta sus impactos locales.
Los parquímetros, en muchas colonias, han detonado resistencia de los vecinos para su instrumentación y luego una buena aceptación ya en operación. Lo que hemos podido observar, sin embargo, es que cuando la autoridad ha sido paciente y ha preparado la zona para la instrumentación de los mismos, la respuesta cambia. Siempre habrá opositores, sin duda, pero la instrumentación no lesiona la relación entre gobernantes y gobernados.
En la obra del “deprimido Mixcoac” hay un criterio de beneficio general y sacrificio local. Ante las primeras protestas hubo represión. Al final el gobierno rectificó su postura y optó por escuchar a vecinos. Redujo la tala de árboles, modificó el proyecto (poco a nivel subterráneo, mucho a nivel superficial) y realizó un trabajo político. Habría sido más fácil si el túnel se hubiera preparado desde el principio de la mano de los vecinos. No fue así por temor a ellos mismos, pero siempre resulta peor crear fantasmas.
Es posible que sí exista la vecinocracia, en efecto, pero eso no podemos saberlo en tanto la burocracia mantenga su afán por los albazos. El Corredor Chapultepec es, por supuesto, otro albazo más. ¿No habría sido más fácil iniciar el proceso diciendo “queremos arreglar avenida Chapultepec, aprovechar su potencial y que se pague con recursos privados: construyamos juntos las alternativas”?
La elaboración de un nuevo Programa General de Desarrollo Urbano, como ya lo mencioné en este espacio hace 15 días, es una de las grandes oportunidades que tenemos para dejar en claro las necesidades de la ciudad y que a partir de ellas se manifiesten las particularidades de las colonias. Si hacemos las cosas bien, descubriremos que al menos en la Ciudad de México se tiene mucha menos vecinocracia de la que se cree.