El paquetazo fiscal que está en vigor desde el año pasado fue un lastre para muchas personas y empresas que vieron aumentada radicalmente su carga fiscal, pero fue al final la tabla salvavidas que ayudó a evitar un derrumbe de la economía mexicana, a la par del desmoronamiento del precio del petróleo.

 

La reforma fiscal fue el guiño a la izquierda, a la par que el gobierno operaba con la derecha los cambios energético y en telecomunicaciones. Por eso es que en muchos rubros le cargaron la mano al sector empresarial, lo que ganó muchos aplausos y apaciguó a las alas llamadas progresistas.

 

Podrán los poderes Ejecutivo y Legislativo aceptarlo o no, pero la caída en la actividad económica desde inicios de 2014 se debió al impacto del paquetazo fiscal.

 

Pegó en los bolsillos, pero sobre todo lesionó el ánimo de los inversionistas y los consumidores. Queda la sensación de que los gobernados ponen más y no hay una reciprocidad del sector público, cuyos altos funcionarios compran enormes casas y no son capaces de cuidar a sus presos más peligrosos.

 

Paquete_Fiscal_2016-Diputados4En efecto, a la economía le falta un componente básico: la confianza. Esto se ve muy bien en las mediciones que hacen de manera conjunta el Banco de México y el INEGI. Los ciudadanos reconocen que tienen poder de compra de un refrigerador o un televisor, aceptan que están mejor que hace un año, pero cuando les preguntan sobre lo que viene para ellos y el país pintan un escenario cercano a la catástrofe.

 

Esto genera una profecía auto cumplida en donde un consumidor desconfiado no compra, los comercios no venden, los productores desaceleran y en general la economía se ralentiza.

 

Políticamente es una muy mala noticia para los gobernantes que no logran revertir las percepciones negativas. Hay que decir que no son pocos los grupos políticos que hacen todo lo posible por desprestigiar al gobierno aunque en eso se lleven entre las patas del caballo la estabilidad social.

 

El paquete fiscal del próximo año no tendrá nuevos impuestos y sí por el contrario prevé una serie de beneficios fiscales que aflojan un poco la cuerda que portan en el cuello los contribuyentes cautivos.

 

Los diputados quieren reducir los impuestos especiales a determinadas bebidas azucaradas, buscan aumentar las deducibilidades en la compra de automóviles, fijarán los impuestos a las gasolinas.

 

Tampoco han faltado los intentos populistas de regresar el régimen especial del IVA en las zonas fronterizas, lo que es uno de los grandes aciertos del paquetazo fiscal de 2013. Hay intentos de apapachar a ciertos productores agropecuarios, en fin.

 

En fin que la miscelánea fiscal tiene algunos guiños a los contribuyentes, nada para reactivar la economía, nada para llorar de gusto, simplemente un poco menos apretada la correa.

 

El problema está en la manera de financiar esos caramelos tributarios para los electores, perdón, para los ciudadanos. Porque la forma de cuadrar sus números ante la falta de aumentos en los impuestos y baja en los gastos es con alquimia legislativa.

 

Si con subirle 50 centavos a la cotización del peso frente al dólar logran en el papel 17 mil millones de pesos más, pues lo hacen.

 

Si en el camino inquietan más los mercados, aumentan las expectativas de devaluación, corren en contra de la dinámica del mercado, pues será problema de todos los demás porque ellos ya cuadraron su presupuesto y resolvieron su problema.