GUANAJUATO. El astrofísico mexicano José Franco confirmó que las culturas originarias de lo que hoy es México han mostrado con sus monumentales vestigios no sólo la impactante arquitectura que desarrollaron, sino cómo el conocimiento del cosmos se convirtió en un detonante capital de la estructura de todas sus ciudades.

 

Al dictar la conferencia El significado del cielo en las civilizaciones prehispánicas, en el marco de la edición 43 del Festival Internacional Cervantino (FIC), el científico, actual director de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) habló de la particular percepción que olmecas y mayas tuvieron sobre el inmenso cielo.

 

De acuerdo con el experto, esas civilizaciones deseaban leer lo que los dioses estaban estableciendo para los humanos.

 

“El cielo dispara la imaginación. En el cielo construimos la poesía, la ciencia, el comercio y la arquitectura. Los olmecas marcaron la pauta con sus edificaciones; su arquitectura monumental tuvo por base eventos en el cosmos”, añadió.

 

Con lo anterior, el doctor José Franco explicó que prácticamente todas las culturas que se desarrollaron en el México antiguo desearon hallar algo al observar a las estrellas.

 

“Mirar hacia arriba, indagar en las constelaciones y en las estrellas agrupadas, fue un modo que tuvieron las civilizaciones primitivas para ‘descubrir’ los designios de los dioses”, señaló.

 

La conferencia, que tuvo lugar en el Kiosco del Jardín Unión del Centro Histórico de esta ciudad colonial, inició con una interrogante: “¿Quién no se ha intrigado por los ciclos de la luna o por las estrellas?”, y a partir de ahí, el maestro Franco ilustró con su plática de carácter informal (más no por ello menos interesante) a decenas de amantes del cosmos.

 

Recordó que hace más de tres mil años, los olmecas dejaron monumentos, seguidos por otras civilizaciones como la de los mayas, zapotecas, chichimecas y tlaxcaltecas. Según el doctor Franco, la construcción de las ciudades precolombinas se regía por calendarios precisos y un marcador geográfico que las orientaba, no por algo como la sustentabilidad.

 

“Las hoy ciudades europeas como Londres, París, Madrid y Frankfurt, entre otras, tienen un río que les dota de agua, y planicies suaves cercanas al río donde se pudo desarrollar la agricultura y la ganadería. Salvo excepciones, aquí no encontramos eso: Teotihuacán no tiene un río para sus dimensiones y Monte Albán está en la cima de un cerro sin agua”.

 

Lo anterior, de acuerdo con el conferencista, demuestra que la edificación de las grandes ciudades mesoamericanas obedeció básicamente a una visión cósmica y a un interés por descubrir, descifrar y entender los designios de los dioses.

 

“Sólo algunas metrópolis se asentaron en lugares privilegiados, como la ahora Ciudad de México, junto a un lago”.

 

Subrayó que las ciudades monumentales de Mesoamérica pronto fueron abandonadas por inviables, a deseos provenientes del cosmos, además de que no eran aptas para desarrollar la vida de sus enormes poblaciones. Tras lo anterior, el astrofísico universitario recordó que el FIC tiene este año como eje temático La ciencia como arte/el arte como ciencia”.