A cualquiera que vaya a un supermercado o a un centro comercial le consta que no son pocas las tiendas que desde septiembre empiezan a vender artículos navideños que se mezclan en sus pasillos con los artículos propios de las fiestas patrias, las máscaras de Halloween y hasta las ofertas de liquidación de los artículos que quedaron de la pasada temporada de verano.

 

Después nos quejamos de que se pasan muy rápido los años.  Y como no, si estamos viendo muñecos de nieve desde antes de la ceremonia del Grito de la Independencia.

 

La intención de los comerciantes no es alterar nuestra percepción del tiempo, sino tratar de vender lo más que se pueda usando las fechas relevantes como un gancho.

 

Es la misma motivación que tienen las cadenas comerciales, los pequeños negocios y hasta los ambulantes para poner ofertas durante buena parte del año.

 

Cuando las ventas están deprimidas, los comercios empiezan a acumular sus inventarios o de plano a cortar perdidos a sus proveedores y eso afecta la plantilla laboral, el pago de servicios, licencias, rentas y demás.

 

Lo que a muchos conviene es tener un mayor desplazamiento aunque se reduzcan sus márgenes.  De ahí las ofertas.

 

Del otro lado, la demanda deprimida es un buen dique inflacionario, porque si un comercio que vende poco sube precios, pues vende menos.

 

Es justamente este factor el que tanto ha contribuido a que la inflación mexicana se mantenga a raya. La baja demanda tiene mucho que ver con una inflación anual de 2.5% que ahora tenemos. Además, claro, de otros factores. Pero la baja en la demanda cuenta para que los precios no se presionen al alza.

 

Una de las fechas más acreditadas para los descuentos de los grandes comercios es el día después de la celebración más importante del calendario cívico estadunidense.

 

Es tanta tradición el pavo y el pay de calabaza el día de Acción de Gracias, como las ofertas del día siguiente, bautizado como el Black Friday. El viernes de los números negros en las ventas de los establecimientos comerciales de ese país.

 

Una fecha adecuada, cercana a la temporada navideña y que cae muy bien para desplazar los inventarios antes del cierre de año.

 

En México, aunque muchos quisieran, no festejamos el Thanksgiving Day, por lo tanto no había tanta justificación para copiarlo. Lo que sí ocurre es que muchos mexicanos cruzan la frontera para ir de shopping ese día.

 

La respuesta fue el Buen Fin, la versión tropicalizada del viernes negro, donde los medios de comunicación venden la publicidad para que las cadenas comerciales acrediten la fecha para sus ofertas.

 

Lo interesante es que ahora que la fecha ya está más acreditada, muchos empiezan a sumarse de una forma un tanto desordenada, pues adelantan sus descuentos. Tal como lo hacen muchos comercios en Estados Unidos y adelantan sus ofertas del viernes negro.

 

Por eso es que ya iniciamos noviembre con descuentos del Buen Fin, para el que faltan 10 días.

 

El slogan de la promoción es “El fin de semana más barato del año”. Pero a este paso podrían llamarle, el que madruga Dios le ayuda.

 

Así que no se sorprenda si en un par de años se encuentra en los anaqueles los remates del verano, las banderitas de septiembre, las calaveritas de noviembre, las esferitas de diciembre y las ofertas de El Buen Fin. Todos juntos y a la mitad del año.