Cuando se inauguró el segundo piso del Periférico subí a pie para realizar una crónica sobre la saturación de la nueva vialidad. A unos metros de la salida al Eje Seis, me encontré con tres policías en moto, dos de ellos contaban los vehículos y el tercero anotaba.

 

--¡Son 45!, gritaba uno.

 

--¡Anoto 45!, respondía el otro.

 

--¡Son 60!, volvía a gritar uno de los uniformados.

 

--¡Anoto 60!, respondía el que tenía la libreta en la mano.

 

Me acerqué para preguntar a qué se referían con 45 y a qué con 60 y me sorprendió conocer que estaban haciendo el reporte que la Secretaría de Seguridad Pública enviaba a los medios: “la circulación en el segundo piso es de alrededor de 60 vehículos por minuto”.

 

Yo siempre pensé que ese reporte se hacía con equipo que contaba los autos mediante detectores en el piso o a un costado de la vialidad y no que ponían a policías a contar los autos.

 

Ahora, que por la ciudad comienzan a aparecer los radares para las multas automáticas se lanza una buena señal, finalmente se deciden a utilizar la tecnología para realizar cosas que pueden hacerse de manera automática y más exactas. Pero hay otras áreas en las que se puede usar la tecnología, como el uso de los semáforos inteligentes, desarrollados en la UNAM, que cambian su luz de acuerdo con la cantidad de autos en un sentido o en otro, de forma automática y gracias a los detectores con los que cuenta.

 

El censo arbóreo

 

Durante el conteo de árboles y clasificación de especies que se llevó a cabo en la Magdalena Mixuca, rumbo a la Fórmula 1, un técnico extranjero observaba a un grupo de biólogos mexicanos cómo utilizaban su pulgar para medir a la distancia el alto de los árboles, y sus brazos para medir el ancho.

 

Sorprendido se acercó y preguntó qué hacían. Ellos le explicaron que esa era la forma de conocer las dimensiones de los árboles. El técnico extranjero les dijo que en su país (Estados Unidos) utilizaban un escáner, apuntaban al árbol y el equipo les daba las dimensiones...

 

Esos son sólo dos ejemplos que ubican, en dónde la Ciudad de México, en cuanto al uso de la tecnología y la ciencia.

 

La tecnología puede ayudar a mejorar resultados en algunas áreas de esta compleja ciudad, pero no la aplicamos. La sentimos ajena. No queremos invertir.

 

Por ejemplo, ya existen sistemas apoyados en GPS para monitorear en línea al transporte público y a los camiones que recolectan la basura, pero los registros de salidas todavía se hacen de forma manual. Y el resultado es evidente y predecible: sobre el Eje Central vemos frecuentemente que llegan en fila a la parada hasta cinco trolebuses, después la gente tiene que esperar hasta 15 o 20 minutos para ver llegar a otro. En cuanto al servicio de recolección de desechos, bien podría haber una aplicación que indique a los usuarios en cuánto tiempo llegará el camión a su colonia, o dónde puede alcanzarlo, para no esperarlo y salir temprano a su trabajo. Esa incertidumbre se refleja, muchas veces, en el abandono de bolsas de basura en la noche, en varias esquinas de la Ciudad.

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