Una noticia deportiva acaso extraviada entre muchas otras que se refieren a los dolores y temores posteriores a los atentados de París e, inevitablemente, a la repercusión inmediata que esa tragedia ha tenido en la postura referente a la recepción o rechazo de refugiados.
Noticia que, en todo caso, es la más relevante del día en la Liga Premier: que el club Chelsea pagaría algo más de 30 millones de dólares a cambio del joven delantero del West Bromwich Albion, Saido Berahino.
¿Qué tiene que ver el primer párrafo con el segundo? Que este muchacho que ha pasado por todas las selecciones inferiores de Inglaterra y al que se augura un gran futuro, encontró en el programa de reasentamiento del ACNUR (Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados) otra vida.
Nacido en 1993 en un Burundi desangrado por la guerra civil, como más de millón y medio de sus compatriotas tuvo que huir del país en calidad de refugiado. Para ese momento, 300 mil burundeses habían muerto, incluido su padre, al tiempo que su madre había encontrado asilo en Inglaterra. Con menos de 10 años de edad, Berahino se trasladó como pudo hasta Tanzania y ahí comenzó un extraño viaje, a ratos en camión, a ratos incluso a pie, hasta poder volar a Londres.
Una vez llegado, comenzó otro problema: su familia no aparecía. Le fueron realizadas pruebas de DNA y a la espera de los resultados, su madre lo encontró, aunque sólo pudo mudarse con ella una vez que los análisis confirmaron el parentesco.
Más tarde, el futbol sería su camino para integrarse a esa nueva cultura y nuevo idioma. Tan bien lo hizo que a los 20 años ya era asiduo en la Liga Premier y ahora se le abre esta posibilidad de un traspaso millonario al Chelsea.
Como Berahino, muchos otros deportistas de élite han sido refugiados: Meb Keflezighi, maratonista de Eritrea que conquistara para Estados Unidos la medalla de plata en la maratón en Atenas 2004; el basquetbolista Luol Deng de Sudán del Sur y con una gran trayectoria en Toros de Chicago y Miami Heat; futbolistas como Lomana Lualua y Fabrice Muamba, que pasaron de la convulsa República Democrática de Congo a la Liga Premier inglesa.
Suplico no se asuma que he enlistado casos de éxito deportivo para legitimar una situación ya legitimada por los atroces riesgos que implica para un refugiado no cambiar de país y, sobre todo, por viejas disposiciones de Naciones Unidas. Simples ejemplos de la nueva vida que el refugiado puede y merece encontrar lejos de la amenaza que supone quedarse en su tierra de origen. Imprescindible siempre diferenciarlo: una crisis de refugiados no es lo mismo que una crisis de inmigrantes. Por su ideología, por su etnia, por su religión, el exilio es la única opción para ellos.
Numerosos gobernadores de la Unión Americana han cerrado sus estados a refugiados a la luz de lo sucedido en París, aunque, vale la pena enfatizar, ninguno de quienes han llegado a EUA en los últimos años bajo ese estatus, ha sido parte de actos de terrorismo. Se sobreentiende la necesidad imperativa de analizar y escrudiñar cada caso, los antecedentes, las procedencias, los vínculos, pero eso no puede convertir al refugiado en chivo expiatorio; hoy, menos que nunca.
Por eso me ha dado especial gusto leer lo de Saido Berahino entre tanta retórica que, en sus temores, confunde al terrorismo con quien huye despavoridamente de él.