Que todos opinen, que todos emitan juicios, que todos anticipen conclusiones, que más pareciera tratarse del previo a un partido de futbol (si el arbitraje, si el favorito, si las variantes) y no de un proceso legal.
Lo que comenzó con una amenaza de publicación de un video íntimo del mediocampista Mathieu Balbuena, ha terminado en un embrollo que parece superar en morbo y voyerismo a las hipotéticas imágenes finalmente no publicadas.
Nadie como un político para buscar tajada de tan mediática situación. Así, el Primer Ministro francés, Manuel Valls, se ha apurado para pedir que el delantero no sea convocado más a la selección de su país (“si un deportista no es ejemplar, no debe de jugar con Francia. Si hubiese un ministro imputado, no estaría en el Gobierno. En cierta forma, es lo mismo para el equipo nacional de Francia”), al tiempo que el ex presidente y actual líder opositor, Nicolás Sarkozy, ha emergido para defenderlo (“Se acusa, se denuncia, se destruye y se reprocha. Valls se pone como estatua de la ejemplaridad, pero un día habrá otros elementos. Se denunciará, se reprochará, se crucificará y luego pasará. Pero para mí eso no es un Estado de Derecho”).
Una disputa política con el escándalo del video de Balbuena y la presunta inocencia/culpabilidad de Benzema al fondo.
Para colmo, filtraciones de lo que Benzema declaró ante el juzgado y entrevistas en medios de comunicación con los protagonistas del incidente. No miente el abogado del delantero merengue al aseverar que “esto es absolutamente inaceptable; este caso está de cabeza”.
Benzema ha tenido una carrera marcada por diversos escándalos, la mayoría de ellos por conducir a exceso de velocidad, aunque aunado a ellos, la acusación de haber tenido relaciones con una prostituta de 16 años. En todo caso, esta situación supera a todo lo anterior por su alto grado de absurdo; ya no la adrenalina adictiva del acelerar o el desconocimiento de la edad de una pareja sexual: el sinsentido es tal, que la cantidad que presuntamente habría intentado sonsacar a Balbuena al inmiscuirse en la extorción (150 mil euros), la ingresa en una semana sólo por jugar, porque si nos remitimos a sus contratos de publicidad, podemos decir que la percibe en unos cuatro días.
Una broma de malísimo gusto? ¿Dice la verdad al asegurar que sólo quería ayudar a su compañero? ¿Delincuencia de ese corte en quien tiene un salario millonario por hacer lo que le gusta? Esas son las preguntas medulares y todo lo demás sobra, empezando por la politiquería y las filtraciones que han convertido al escándalo en una especie de reality show.