El despertador del celular no dejaba de sonar y yo no lo encontraba por ningún lugar. De hecho, el sonido me era ajeno. Recordé que nunca meto el teléfono a la recámara y me dirigí a la sala, a tomarlo de la mesa. Estaba apagado, se había acabado la batería. Miré el reloj. ¡Eran las cinco de la mañana!
Tomé las cosas con calma, me detuve a pensar, ¿alguien habrá dejado algún celular? Finalmente escuché una voz del otro lado del muro. Era mi vecino que le decía a su esposa que ya era hora de levantarse.
Ya había escuchado sus estornudos, sus sonidos románticos, los regaños a los niños, y hasta los diálogos de Peppa Pig en la televisión, pero jamás el despertador, y menos tres horas después de haberme dormido.
La situación es común en algunos departamentos de la Ciudad de México. No sólo en los interés social, también en un alto porcentaje de los que se levantaron entre 2000 y 2006, pues a la constructoras se les dio prácticamente todo en las delegaciones centrales del DF, con el famoso Bando 2, a cambio de nada.
Ese fue un momento clave en la construcción de vivienda en la Ciudad de México.
Empresas como grupo K-SA escrituraron vivienda a un precio más bajo y vendieron los estacionamientos a parte, para darle vuelta a la ley que las obligaba a venderlas con los cajones para los autos. Nadie les dijo nada.
Ni siquiera se pidió a las inmobiliarias construir vivienda de bajo consumo de energía, lo cual se podría lograr, incluso, sólo con la orientación de ventanas y balcones. Y ya, si nos ponemos sofisticados, el tipo de material. Ni un área verde se les exigió.
Cientos de departamentos tiene ese problema al Ciudad de México. La privacidad es escasa.
Y hay otro problema más: en las zonas con suelo más blando del DF, el paso de los camiones pesados provoca sismos locales. Prácticamente todos los días los edificios se mueven ligeramente a su paso, lo que ocasiona que constantemente las puertas y ventanas sufran desniveles.
El sexenio de las obras chafas
Ese sexenio detonó en la capital del país un caos inmobiliario, entre otros.
Fue cuando se construyó el Metrobús sin el menor estándar de calidad y los carriles tuvieron que repavimentarse, pues se llenaron de baches; los plásticos que los confinaban se rompieron y los tornillos se botaron.
Ese sexenio tampoco se construyó un centímetro del STC Metro, pues los recursos se destinaron al Segundo Piso del Periférico, desoyendo las recomendaciones internacionales.
Y, por cierto, nadie de los que ahora reclaman defectos a la ciclovía, protestó por los 100 millones de pesos que se invirtieron en una que tenía un tramo sólo pintado en el asfalto.