Antes de que los funcionarios mexicanos expresen con total firmeza a otros productores de petróleo su intención de no recortar un solo barril de crudo para ayudar a estabilizar los precios, éstos sonríen y en silencio agradecen a México que, producto del derrumbe de su producción, les ha dejado el camino abierto entre más consumidores.

 

Es un hecho, una de las peores historias que se pueden contar en estos momentos entre los países productores de petróleo es la de México, que ha perdido en dos años la tercera parte de sus niveles de extracción y más de 70% del valor de venta del hidrocarburo.

 

Por eso es que el presidente Peña Nieto no fue a la península arábiga a prometer astringencias, porque si alguien desató la actual coyuntura de sobre oferta fue precisamente Arabia Saudita y su plan de eliminar la competencia de los nuevos petroleros estadunidenses.

 

Los árabes tienen un plan regional que no sólo incluye a los productores de shale gas, sino que también hay una agenda regional, mucho más tensa, que apunta a Irán y sus nuevas capacidades exportadoras de petróleo.

 

No es casualidad que el presidente mexicano esté tan apapachado por los jeques árabes que encuentran en este país norteamericano un aliado importante en ese reordenamiento energético que promueven.

 

Arabia Saudita tiene serios problemas fiscales por su enorme dependencia de las exportaciones petroleras, como sea tienen su guardadito. Pero los Emiratos Árabes Unidos, que si bien son una nación mucho más pequeña, tienen un modelo de disminución de la dependencia petrolera que los ha llevado a mantener un progreso notable en su país.

 

Y más allá del impresionante paraíso turístico que han hecho en sus ciudades, tienen los emiratos una cartera dispuesta a invertir en estos momentos en que hay compras de oportunidad en el mercado devaluado de los países petroleros.

 

México tiene una agenda común con Estados Unidos que le conviene, pero tener algunos buenos amigos y socios árabes tampoco sobra.

 

Irán es un competidor muy serio que tan sólo para festejar el día que le quitaron algunas sanciones económicas, anunció el bombeo de medio millón de barriles adicionales a su producción, lista para exportar e inundar mucho más el mercado.

 

Hoy no hay un solo país productor del calado de los árabes que tengan intenciones de dejar de bombear petróleo para estabilizar los precios. Más bien buscan tener la resistencia suficiente para tronar a la competencia y a la vuelta de un par de años los precios del hidrocarburo se recuperen.

 

SI Pemex no tuviera el aval del gobierno mexicano sería una de esas empresas que ya habrían bajado la cortina o al menos se hubieran achicado de forma notable, no por sus costos de producción sino por sus enormes pasivos.

 

Pero Estados Unidos también ve a sus proveedores particulares locales de shale gas como un asunto de seguridad nacional. Allá el mercado sí funciona y muchas empresas están en pleno proceso de reducción de costos, pero será difícil que Washington permita el cierre de sus productores de casa para volver a depender de los árabes como en los años 80.

 

Así que es ahí donde México tiene que hacer muy bien sus matemáticas comerciales y geopolíticas al momento de conseguir nuevos socios.