Cuatro horas por 10 segundos. Parece una mala inversión de no tratarse de la espera por ver unos instantes al Papa Francisco. Así, los creyentes esperaron 240 minutos bajo el aire frío de Insurgentes Sur para darle una calurosa bienvenida.
Desde la mañana de este viernes, la Nunciatura apostólica, donde dormirá el Papa, se convirtió en uno de los lugares más vigilados del país. Custodiada por militares, policías federales y policías de la Ciudad de México no se le podía acercar ningún curioso.
Bajo esa seguridad surgió el que sería el grito de la noche a las afueras de la Nunciatura: “Queremos que el Papa se baje a saludarnos”, un deseo digno de un milagro.
Con las vallas instaladas desde temprano, la gente prefirió esperar a la tarde para apartar su lugar, pues a las 5:00 pm aún eran pocos los cristianos que habían llegado para la espera, aunque eso sí, con buenos lugares.
El problema para ellos, es que aún no cerraban el tránsito en Insurgentes Sur, por lo que muchos pegados a las vallas debían esquivar al Metrobus que seguía su ruta casi normal.
A la altura de la calle Juan Pablo II, por donde se entra para llegar a la Nunciatura, era donde más gente había, es más, muchos aprovecharon que hay una cafetería en la esquina para tomarse una café americano en lo que llegaba el obispo de Roma.
Los minutos seguían pasando y la gente se apoderaba de los carriles de Insurgentes, en dirección al Sur, por lo que los policías decidieron cerrar la avenida. Eran poco más de las 18:00 horas y el frío aumentaba.
Y de pronto la solución, de la nada llegaron unas personas a regalar cobertores con la imagen del Papa. El primer milagro de la tarde.
Ese fue el último gesto amistoso, pues a partir de ese momento las vallas cerraron el acceso a la esquina de Insurgentes y Juan Pablo II; quien llegó tarde tendría que verlo del otro lado de la calle.
Para entonces en las últimas dos cuadras, el recorrido papal había unas 700 personas quienes para pasar el tiempo empezaron a echarle porras al Papa, cantar el Cielito Lindo y hasta a rezar el Rosario.
Por raro que pareciera, los vendedores ambulantes eran pocos. Sólo un par que ofrecían banderas de El Vaticano por 20 pesos o llaveros del Papa por 10 pesitos.
Seguía la tarde y las especulaciones de cuánto tardará Francisco en llegar. “Van a dar las 7 y llega en el avión a las 7:30, y todavía falta el recorrido”, explicó un joven a su mamá.
Era tanta la ociosidad que, cada vez que la gente veía descender un avión apostaban a que era el del Papa. “No, es muy temprano. No, ese es muy chico, a lo mejor es el que sigue”, así analizaban cada aeronave un par de señoras ya con signos de desesperación.
La expectación seguía, misma que ayudaba a aguantar el frío (entre eso, las cobijas y el calor humano no se sentía). ¿Cómo saber si ya llegó el Papa? Fácil: con el teléfono celular.
Así es, a un joven se le ocurrió ponerse a ver la transmisión de la ceremonia de bienvenida, y así la gente en la esquina de Insurgentes y Juan Pablo II sabía qué pasaba.
Como se esperaba, el Papa rompió los protocolos en el hangar presidencial al saludar a varios de los asistentes.
Eso generó más desesperación a quienes lo aguardaban en la Guadalupe Inn. Por eso un niño grito: “Queremos que el Papa se baje a saludarnos”. Tal vez por emoción, o porque ya estaban fastidiados, decenas de personas le siguieron la corriente.
En tanto, el cuchicheo de otros era para saber por dónde venía el Papa. “Ya salió del aeropuerto, ya está en Prepa 2, ya cruzó Tlalpan, ya dio vuelta en Insurgentes ” rezaba este singular conteo regresivo.
Al fin todos vieron cómo las patrullas que lo escoltaban rompían la oscuridad; y decenas celulares se levantaron para sacar la foto del recuerdo.
“Queremos que el Papa se baje a saludarnos” volvió a escucharse un par de veces, esto mientras el papamóvil daba vuelta en la calle Juan Pablo II y después desaparecía al ingreso a la Nunciatura. El instante duró unos diez segundos.
Ya eran las 9:00 de la noche y para infortunio de la gente el Papa no bajó. Cuatro horas de espera por esos 10 segundos para tener a Francisco a solo unos metros.
Sin embargo, Francisco volvió a romper el itinerario previsto y salió de la Nunciatura para dar un breve mensaje los feligreses reunidos afuera. Rezó con ellos un Ave María y les invitó a dejar descansar a los vecinos.
Eran cerca de las 21:45 horas, y los controles de seguridad ya se habían relajado lo que permitió a un grupo de fieles que coreaban porras y cataban con un equipo de sonido llegar hasta la esquina de Alfonso Esparza y Juan Pablo II. Y ante los llamados para que el Papa se asomara por el balcón, sus plegarias funcionaron.
Tras dar la bendición los llamó a ir a casa y rezar. Les pidió pensar en sus seres queridos, en las personas que no los quieren o que les han hecho daño para recibir su bendición.
“Hay que saludar a las personas que están enojadas, que tienen rabia, así como a los que no queremos y a los que no nos quieren, a los que nos han hecho algún mal”.
Y fue claro en que había sido todo por este largo día. “Tranquilitos vayamos a casa y mañana nos vemos… tenemos muchas actividades aquí, tenemos que ir bien descansados y también los vecinos”. Si valió la pena eso queda en cada uno.