En una época donde cualquier mensaje llega al otro lado del mundo en unos segundos pocas personas pueden identificar la labor de Francisco, a quien identifican como el Papa latinoamericano.
“Vinimos de Ecatepec a ver al Papa porque mañana no vamos a poder ir a la misa. La verdad se ve que es muy abierto y es el primer Papa latinoamericano”, dijo Luis Alfaro, quien llegó a las vallas de Calzada de Guadalupe a las 3:30 de la tarde junto a su familia.
Luis recuerda la última visita de Juan Pablo II y su semblante cambia de inmediato. “Me acuerdo que aquí estaba lleno en las vallas, si ahorita hay mucha gente esa vez era peor, ni te dejaban pasar, se enojaban las personas, era mucha la pasión” contó el señor Badillo.
Y es que esta vez ver al Papa parece más un espectáculo de moda que una convicción.
“Son carísimas diferentes, a Juan Pablo II lo quería mucho la gente por sencillo y sonriente, él (Francisco) también tiene mucho carisma pero habla más bonito, habla nuestro idioma, creo que falta que la gente lo conozca más para que lo quieran“, opinó Mario Galindo, uno de los fieles de las vallas.
Desde su primer recorrido desde el aeropuerto a la nunciatura los vacíos en las vallas eran visibles; el sábado por la mañana el Zócalo quedó medio lleno cuando Francisco lo visito.
La tercera oportunidad se dio en La Villa. Ahí, en las inmediaciones de la Basílica miles de personas, al igual que Luis y Mario, esperaban al obispo de Roma, aunque con un gran problema: los voluntarios de la delegación.
Este grupo de personas con chalecos amarillos prohibía todo, subirse a las jardineras para ver por donde pasaría el papamóvil y hasta impedían a los vecinos ir a sus casas.
“Somos más de 10 vecinos que no podemos pasar, nosotros no queremos ver al Papa, sólo ir a casa” comentó una mujer muy enojada antes de que un grupo de policías se los llevaran.
El problema, el de la visión, fue resuelto al más puro estilo chilango: con un segundo piso. De la nada empezaron a salir blanquitos y escaleras para que la gente pudiera ver pasar al líder de la iglesia católica.
“Las están rentando, ya ven que todo es negocio, a mí el el señor de allá me cobró 20 pesos para subirme y dicen que a la vuelta hay señores con más escaleras” dijo Patricia Juárez, una de las feligreses que esperaban a Francisco.
Así, las laterales de la calzada se llenaron de escaleras ante la expectativa, y más cuando en frente la gente tenía a había una pantalla para saber dónde iba.
Eran cuatro o cinco filas de personas, siendo que en la de atrás hay docenas de escaleras o blanquitos para saltarse la barrera humana, que en las ultimas cinco cuadras antes de llegar a La Villa concentraba a una docena de miles de personas.
Entre más tiempo pasaba, más escaleras salían. “La gente que vive por aquí las trajo y a quienes les sobraban peldaños los rentaron”, confesó Octavio, un trabajador de un taller de Calzada de Los Misterios que dejó un rato su trabajo para ver al líder de la iglesia católica.
Pero el momento de más emoción vino de otra fuente. A unos cuantos minutos de que para Francisco un grupo de chicas empezaron una protesta en toples en exigencia para que el obispo de Rima se reúna con las victimado de abuso sexual de sacerdotes y con los padres de los normalistas desaparecidos.
“No ven que esos tipos violan niños, que todo esto es un espectáculo para apendejar a la gente mientras nos están matando“, gritaba una chica con la leyenda “Nos faltan 43” pintada en su pecho desnudo.
Su protesta vaya que causó revuelo, pues muchos devotos católicos las vieron… y las corrieron con gritos. Indecentes, desvergonzadas y mal educadas fueron algunos de los insultos que se ganaron las chicas, quienes para evitar ser agredidas fueron custodiadas por policías capitalinos.
Entre el relajo de la manifestación llegó, pasó y se fue el sumo pontífice de la iglesia católica, quien arrancó gritos entren la gente de todos los niveles. Pero fue un retumbar pequeño, pues un par de segundos después ya no se veía su papamóvil.
Entonces los gritos siguieron, pero contra las chicas manifestantes a quienes los feligreses piadosos exigían que se las llevarán a la cárcel por inmorales, lo cual no sucedió.
Entre esa peles y que ya pasó Francisco pues todos se bajaron de las escaleras, las cerraron y las fueron a dejar. Ya no había nada que ver ahí, o al menos nada entretenido pues en la Basílica comenzó la misa, razón por la cual el jefe del Estado Vaticano asistió a ese punto de la Ciudad de México.
Pues así, las vallas quedaron despejadas, más de la mitad de los asistentes se retiraron, dejando a los voluntarios de la delegación como el grupo dominante, algo obvio por su chaleco amarillo del uniforme.
A lo largo de la calzada solo unas 200 o tal vez 300 ponían atención a la misa a través de un par de pantallas gigantes dispuestas, otros aguardaron un par de horas hasta que el papa Francisco volvió a salir.
Mala fue la recompensa para quienes esperaron, pues tal como lo hiciera al salir de Catedral el Papa lo hizo en o he cubierto, por lo que los asistentes que quedaban a las 19:30 horas, un tercio de quienes lo recibieron, se tuvieron que conformar con ver cómo se despedía con la mano saliendo de la ventanilla.
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