A pesar de que hoy se cumplen dos meses de la entrada en vigor del nuevo Reglamento de Tránsito, continúa el descenso de usuarios de transporte público en carrilles centrales de avenida Zaragoza, lo cual no sólo representa un riesgo para los pasajeros, sino la forma de ganarse la vida para una familia.
La presencia de policías en dicha vialidad para hacer cumplir el reglamento es parcial, pues sólo acuden de 7:00 a 11:00 horas, por lo que el resto del día persiste el descenso de pasajeros en carriles centrales, práctica que le permite a una familia ganarse el sustento. ¿Cómo?, ayudando al peatón a cruzar la vialidad, detendiendo el tránsito de vehículos, con el fin de obtener a cambio alguna moneda.
En un día, Carlos, nombre ficticio de uno de los integrantes de dicha familia, gana mil pesos, en promedio; sin embargo, esta cifra puede elevarse a mil 300 pesos si tuvo una jornada con suerte. Por lo regular, dijo, recibe una aportación de tres a cinco pesos por persona.
Carlos llega desde temprana hora a Zaragoza, portando un chaleco naranja, un silbato y un banderín rojo, para dar las señales de “paso” y exclamar la famosa frase “con lo que gusten cooperar”, mientras los peatones caminan apresurados para no ser atropellados.
El joven, de 26 años, labora ocho horas al día, de lunes a viernes, y se toma su tiempo para comer. La familia de Carlos lleva alrededor de dos años realizando dicha actividad para ganarse el sustento.
Durante un recrrido en dicha vialidad, se le cuestionó a Carlos si le causa alguna satisfación el auxiliar a los peatones, a lo que respondió: “Yo no veo a esas personas como peatones, yo las veo como – monedas”.
Su rutina con la nueva norma
¿Cómo ha cambiado el día a día de Carlos con la entrada en vigor del nuevo Reglamento de Tránsito?. De acuerdo con el joven, sus ingresos se han reducido moderadamente, porque son contadas las horas en las que los policias inhiben el descenso de pasajeros en carriles centrales; sin embargo, cuando los conductores del transporte público violan la ley, los policías aprovechan para pedirles una mordida en vez de infraccionarlos.