La historia de la entrega del Oscar no siempre ha sido brillante. A lo largo de los años, en repetidas ocasiones se han cometido demasiadas injusticias como para dejarlas pasar de largo, ya sea desde las nominaciones, otorgándoselas a personas que no la merecían y dejando fuera a los que sí; hasta a la hora de premiar actores y películas que, al ser anunciados, dejaron con la boca abierta al público y los expertos porque nadie se esperaba su triunfo.

 

Y es que simplemente hay triunfos que no se pueden comprender. En 1941, por ejemplo, dos de las películas que ayudaron a cambiar la historia del cine fueron El Halcón Maltés y Ciudadano Kane, ambas compitiendo por el Oscar a Mejor Película. Pero la Academia de Cine de EU por alguna razón no premió a ninguna de ellas, sino a una obra menor como Qué Verde Era Mi Valle.

 

Otros ejemplos de películas que fueron premiadas y sin tantos merecimientos para ello ocurrió hace 10 años, cuando Secreto en la Montaña o Munich eran mucho mejores cintas que la ganadora, Crash, en uno de los momentos más impactantes de la entrega de la dorada estatuilla; o un año después, cuando El Laberinto del Fauno, de Guillermo del Toro, perdió ante la alemana La Vida de los Otros.

 

Pero quizá la injusticia más grande se dio en febrero de 1999, cuando Rescatando al Soldado Ryan, considerada una de las mejores cintas bélicas de la historia y que ya había ganado cinco premios (entre ellos Mejor Fotografía y Mejor Dirección, para Steven Spielberg), perdió el Oscar a Mejor Película ante un filme mucho menor, Shakespeare Enamorado, que además causó controversia por el triunfo de su protagonista, Gwyneth Paltrow, como Mejor Actriz.

 

Los eternos perdedores

 

Además de lo anterior, la historia del Oscar ha estado llena de omisiones imperdonables, de leyendas que han hecho del cine lo que es hoy en día pero nunca ganaron la estatuilla por su trabajo, lo cual después fue “corregido” al otorgarles el Oscar Honorario. Ejemplos sobran: Uno de los que ayudó a forjar el cine, Charles Chaplin, jamás fue premiado (salvo un Oscar a Mejor Música, por Limelight, que además compartió con otras dos personas).

 

El Maestro del Suspenso, Alfred Hitchcock, cinco veces compitió por la estatuilla con cero victorias, y el mismo desdén se llevó otro grande del cine, Stanley Kubrick, quien nunca la ganó tras haber sido nominado en cuatro ocasiones.

 

También está el famoso caso de racismo del que fue objeto Steven Spielberg en 1986, cuando su película El Color Púrpura obtuvo 11 nominaciones, entre ellas la de Mejor Película, pero a él no lo nominaron como Mejor Director. Al final, el filme se fue en blanco.

 

La actual persona viva con más nominaciones es John Williams, con 50, pero de todas ellas una en particular fue considerada como un “robo”: en la entrega de 1981, su score para El Imperio Contraataca era considerado el favorito, incluso superior al que tres años antes le había dado el Oscar por Star Wars. Pero la Academia premió, de manera inexplicable, a Michael Gore y su trabajo para la película Fama.

 

Y así la lista sigue, con celebridades como Richard Burton (siete nominaciones, cero triunfos); Peter O’Toole (8-0, siendo el que tiene el récord de más veces nominado sin ganar para un actor), Deborah Kerr (6-0); Glenn Close (6-0) o casos más recientes, como los de Leonardo DiCaprio (4-0) o Tom Cruise (3-0). El récord general de más nominaciones sin obtener una estatuilla pertenece al ingeniero de sonido Kevin O’Connell, quien ha tenido 20 nominaciones y ni una sola estatuilla. De esta lista, DiCaprio parece que saldrá de ella el próximo domingo, pero no está por demás descartar que siga habiendo sorpresas.