Las diferentes velocidades a las que se mueve la economía mundial nos obligan a estar atentos de cuál será la siguiente jugada de alza de las tasas de interés en Estados Unidos y cuál el siguiente estímulo monetario del Banco Central Europeo (BCE).

 

Mientras la economía estadunidense muestra tímidos datos de crecimiento, la economía de la Unión Europea sigue bajo la amenaza de la deflación.

 

Lo cierto es que ni la Reserva Federal (Fed) ni el BCE están en un día de campo. En el caso del banco central estadunidense no está claro que esa economía esté en un camino pavimentado de crecimiento. De hecho hay personajes como el inversionista Jim Rogers quien se atreve a pronosticar que antes de un año la economía de Estados Unidos habrá de regresar a los terrenos de la recesión.

 

Rogers es un gurú, un ex socio de George Soros, un hombre exitoso y rico. Sus argumentos tienen lógica, como el contagio de Estados Unidos de la situación económica de Europa, China o Japón. Es un claro opositor a las políticas de expansión monetaria, pero va en sentido contrario de la mayoría de los analistas, de los datos económicos y hasta del sentido común.

 

Más bien, los datos de creación de empleos revelados el viernes pasado aumentaron las expectativas de que este año llega otro aumento en las tasas de interés, sobre todo cuando las dos últimas semanas de febrero y la primera de marzo han sido muy positivas para el desempeño de los mercados financieros.

 

Y así, mientras Estados Unidos empieza a debatir cómo contener los efectos adversos de la recuperación económica, como la inflación, así Europa trata de encontrar la forma de mantener los estímulos monetarios, a pesar de que el margen de maniobra es cada vez menor.

 

Ya vimos que el cero no es un piso para las tasas de interés. Varios bancos centrales, ente ellos el BCE, mantienen tasas de interés negativas para los depósitos bancarios en un intento de alejar sus economías de la deflación.

 

La amenaza deflacionaria sigue presente en Europa, pero además las autoridades monetarias tienen que enfrentar la realidad de que su medicina híper laxa ha tenido consecuencias que ahora amenazan con convertirse en un problema.

 

Este jueves, el Banco Central Europeo debe anunciar medidas de política monetaria y lo tiene que hacer con la realidad de que muchos de los bancos de la región se han metido en problemas financieros, en buena medida por el costo que les implica pagar por sus depósitos al banco central, a la par que el mercado crediticio no despega.

 

Esto implica que esa obligación para gastar los euros no ha sido del todo el cierre del círculo virtuoso que perseguía el banco central de Mario Draghi.

 

Así que la jugada de la autoridad monetaria europea podría llegar más por la compra de bonos, incluso de una calificación menor al plan previo de liquidez, antes que castigar más los depósitos bancarios.

 

El mundo pues se mueve en esos dos carriles que causan distorsión en los mercados. Por un lado Estados Unidos tratando de normalizar su política monetaria a la par que cuida que no se descarrile el proceso de recuperación.

 

Y del otro lado un Banco Central Europeo que lucha contra una inflación que amenaza con ser negativa y perpetuar el estancamiento económico, pero con la imposibilidad de ser tan radicales como para comprometer la salud de su sistema financiero.