Detrás del glamur de contar finalmente con marcas extranjeras de gasolinas en México están los nombres de viejos conocidos de la política mexicana que aprendieron del sector y ahorraron su dinerito después de pasar por Pemex.

 

A su favor tienen el conocimiento del mercado y la detección oportuna de posibilidades de hacer negocios en un sector desconocido para México en el mercado energético.

 

Gulf es la primera marca de gasolinas diferente a Pemex que se nos va a grabar en la mente. Tienen la virtud de aprovechar la novedad de la apertura para hacerse llegar un poco de conocimiento de marca por medio de la publicidad gratuita de atraer la atención de los medios.

 

Es la historia de McDonald’s o de los Kleenex o del Airbus 380 de Air France, son los primeros y así se les recuerda en este mercado.

 

Pero no es lo mismo traer una tienda de hamburguesas que una gasolinera. No es igual parchar, además mal hecho, el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para recibir un Airbus 380 que construir ductos y tanques de almacenamiento para instalar gasolineras.

 

Porque una cosa es cierta, si una empresa de energéticos que entre ahora en el nuevo ambiente de competencia quiere tener éxito va a tener que empezar prácticamente desde cero.

 

Lo primero es lograr alianzas con algunos de los que ya están en le mercado. Está claro que buena parte de la estrategia de esta firma de energéticos se basa en lograr que algunos concesionarios de Pemex dejen esa marca y se cambien a la suya.

 

La creación de infraestructura de transportación y almacenaje sí tiene que partir de la primera piedra porque si algo le falta a Pemex es precisamente este tipo de ductos y contenedores.

 

No es gratuito que este país tenga solamente tres días de reservas de gasolinas, lo que constituye todo un asunto de seguridad nacional.

 

Así que antes de instalar miles de estaciones de servicio por todo el país cualquier compañía debe tener bien montada toda la cadena de importación y distribución. Además de los fierros y los tanques gigantescos, deben tomar en cuenta los costos de seguridad de operar en un país donde la impunidad en el robo de combustibles es una realidad.

 

Una vez que logren todo ese entramado que surta gasolinas desde las refinerías de Texas a las gasolineras de la Ciudad de México, van a necesitar lo más importante: convencer a los clientes de que en estos nuevos locales no los van a robar con litros incompletos y que realmente van a marcar una diferencia con el servicio y la calidad.

 

Está garantizado que los primeros días de servicio van a tener abarrotados sus locales por la novedad, pero la sustentabilidad del negocio dependerá de marcar una diferencia tanto en el servicio como en la proveeduría.

 

Porque más allá de los ambiciosos alcances de la reforma energética una realidad es que hoy poco se hace para controlar en enorme robo de dinero que se hace a los automovilistas en las gasolineras.

 

Si no se pone un alto a esta situación de ultraje a los consumidores lo único que está a punto de suceder es que seguirán con los robos a los automovilistas, pero ahora con el manto de una nueva marca.

 

La única ventaja es que si cachan a alguno de los nuevos competidores haciendo trampa, aquí sí podría haber un castigo a su marca.