Algo le falta a la tumba de Benito Juárez, en panteón de San Fernando, en la CDMX.
Durante muchos años estuvo olvidada, por eso nadie lo nota, pero había una serie de esferas de roca, que alguien se llevó, y entregó a la delegación Cuauhtémoc para resguardarlas.
¿Cómo lo sé? Porque ese alguien me lo dijo.
Se trata de Jorge Gómez Jácome, quien encabezó los trabajos de restauración del monumento, cuando Alfonso Suárez del Real, actual diputado por Morena, era jefe delegacional en Cuauhtémoc.
Era octubre de 2003 cuando aquel hombre me platicó cómo encontró la tumba del Benemérito de las Américas:
A su estatua le faltaban dos dedos, uno en un pie y uno en una mano y las esferas, él asegura que eran símbolos masones, que se encontraban deteriorados, según me explicó.
Poco tiempo después un compañero editor del diario Reforma me comentó que Gómez Jácome me había buscado en la redacción de ese diario, pero yo ya no trabajaba ahí. Que le dijo que tenía esos símbolos y que nadie se los había reclamado.
Le perdí la pista al ingeniero químico que, raras cosas de la política mexicana, era el encargado de restaurar un monumento histórico.
¿Dónde están esas esferas? Su extravío nos muestra el abandono en el que encontró durante muchos la tumba de uno de los presidentes de México.
Y esas esferas, las cuáles he ido a buscar al panteón de San Fernando, para ver si ya las regresaron, no han aparecido.
Pero esos son sólo dos objetos históricos que en este país se han perdido y nadie ha sabido explicar dónde están.
Ahí va otro: Una estatua de Francisco Villa, inaugurada en Coyoacán durante la administración de Miguel Bortolini en la glorieta de División del Norte y Pacífico, con presencia de un descendiente del Centauro del Norte. Ya no está.
¿Cuántos monumentos se han extraviado en esta ciudad? Habría que hacer un inventario.