Un día, César Ortiz me definió su trabajo: “Soy un promotor de la cultura”.
Y sí, lo fue durante más de 30 años. Promovió autores clásicos y contemporáneos como pocos. Así se ganaba la vida.
En su catálogo había novela, ensayos, cuentos, libros académicos y para niños.
Como escribió el buen amigo Gerardo Jiménez, entraba a todas las redacciones de los diarios. Conocía a un gran número de reporteros, columnistas y editores. Les ofrecía novedades y clásicos literarios en uno, dos y hasta tres pagos.
Y si los pagos se devoraban la quincena. Te la perdonaba para la siguiente.
“Te traigo este curso de Navokov sobre el Quijote. Es buenísimo... Te lo dejo en dos pagos”; “Te traigo este libro es de una de las mejores exponente de novela negra, tienes que leerlo”; “Esta edición tiene los cuentos completos de Benedetti”... Esa fue la última oferta. Y ya no llegó.
Se resistió a un asalto en Ecatepec y lo asesinaron con un arma de fuego.
Lo conocíamos de diferentes formas: “El Libros”; “César-Books”, “Sr. Libros”, “Mr. Book”.
La primera vez que lo vi fue allá por 1993-1994, en la redacción de El Nacional. Yo era reportero aprendiz. Vi que platicaba con los reporteros y les dejaba libros.
Cuando comencé a ser su cliente fue por 1998, en la redacción de Crónica. A él le compré mi Don Quijote de la Mancha, ilustrado por Antonio Saura, primera y segunda parte.
Por eso, luego me ofreció el curso de Don Quijote de Navokov.
Sí, a veces llegaba a la hora en que las prisas y el estrés eran más intensos en la redacción. Pero no era ajeno a este oficio y esperaba. Si te veía ocupado y no le debías, sólo te saludaba y se despedía.
Fue por ese año (98) que me percaté que César era realmente muy conocido entre los reporteros, algunos columnistas, editores y algunos directores de periódico.
Me hubiera gustado que alguno de esos funcionarios que se llenan la boca diciendo que promueven la lectura, lo conociera. Tal vez le hubiera aprendido algo.
“Lo importante es que leas, mi Alberto, dame ahora 50 pesos y en la siguiente me das los otros 100”, decía. Era más que un vendedor.
Va desde aquí un abrazo a su familia. Exigimos que ese crimen no quede impune, como sucede con otros en Ecatepec, porque la impunidad alimenta a la delincuencia y la fortalece.
Además, es obligación de las autoridades detener y castigar al asesino. No es una petición. Es la exigencia de que cumplan con su deber.
La ofrenda a Juárez
En la última columna hablamos sobre las piezas que faltaban a la tumba de Benito Juárez, en el Panteón-Museo de San Fernando, en la Delegación Cuauhtémoc. Específicamente algunas esferas de concreto que desaparecieron.
Alfonso Suárez del Real, ex jefe Delegacional y actual diputado local por Morena, nos comenta que se trataba de una especie de ofrenda masónica que se entregó en custodia al Horizonte Valle de México.
La determinación se tomó porque la restauración seguía al terminar su período al frente de la delegación y se evitó el riesgo de que se perdieran en las bodegas de la delegación.
Además, explicó Suárez del Real, el dictamen del Instituto Nacional de Antropología e Historia fue que las esferas no formaban parte fundamental de la tumba del Benemérito.
“Eran una suerte de ofrenda de los años, 20-30 del siglo pasado. Al no formar parte de la estructura y a efecto de que no se perdieran en la bodega de la delegación, se determinó, durante la administración de Virginia Jaramillo que se hiciera la entrega al Horizonte de manera formal”. Y así se hizo, explicó el legislador.