En esta carrera en la cual la economía global sigue debilitada y los crecimientos de países o regiones importantes mantienen una expansión moderada, México tendrá que seguir ajustando sus finanzas públicas a una realidad.

 

Hemos comentado en varias de nuestras columnas que este proceso mundial durará varios años. Por un lado, tener tasas de interés muy cercanas a “cero” por ciento no genera ningún valor en el tiempo para las economías si no se percibe un ajuste fiscal por parte de sus gobiernos. La estimulación monetaria trae consigo también un alto riesgo de un aumento en el nivel de la deuda pública.

 

Hoy, por las características que conforman su PIB, sólo Estados Unidos pudiera empezar a normalizar su política monetaria, aunque Janet Yellen ha reiterado que lo harían con “mucho cuidado”. Sin embargo, un crecimiento debajo de 2.0% anual llevará a incrementar de nuevo su déficit fiscal y aún más la deuda pública.

 

Países como Japón y China seguirán trabajando en su política monetaria e impulsando nuevas medidas que ayuden a reactivar el crecimiento económico. Por cierto, Japón no está nada lejos de alcanzar de nuevo una recesión económica. La Zona Euro, por su parte, mantiene crecimientos apenas superiores a 1.0% anual pero con riesgos deflacionarios. El BCE activó muchas medidas que buscan estimular la economía, pero está el riesgo de que su “moneda” el euro siga fortaleciéndose frente al dólar y su actividad comercial afecte todo este esfuerzo. Los países deben seguir trabajando en su política fiscal de manera más ordenada.

 

Por todo esto vemos que el camino es largo, llevará tiempo y México debe seguir cuidando sus finanzas públicas. El gasto corriente debe ajustarse en mayor medida, la inversión debe ser prioritaria y orientada a proyectos productivos que generen empleos y una mayor eficiencia.

 

Tanto partidos políticos como los sindicatos deben tomar conciencia y buscar ajustarse a las nuevas condiciones mundiales que presionan a México a una estructura económica más “austera”. Es momento de “vacas flacas” y de que través de una mejora en la productividad se llegue a un ganar-ganar para todos.

 

Es hora de dejar a un lado los intereses partidistas, pero desde el gobierno mismo. Hemos visto que pasar de una economía de derecha a una economía de izquierda no es necesariamente el resultado idóneo para un país. Lo vemos con Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil, etc.

 

El gobierno federal anunció en febrero un recorte por 132 mil millones de pesos entre ajustes al gasto corrientes y a inversiones presupuestadas. Este viernes, en los precriterios de política económica 2017, se incluye un ajuste fiscal adicional por 175 mil millones de pesos.

 

Parece que la presión de inversionistas, empresarios, analistas, economistas y recientemente de las calificadoras crediticias (por ahora de Moody´s) tuvo ya un eco en el gobierno federal, que buscará una mayor austeridad para no incrementar más la deuda y que en el tiempo esto genere la pérdida de confianza y los riesgos que puedan desequilibrar económicamente al país. Ojalá que los partidos políticos y los propios sindicatos tomen nota y se sumen a este esfuerzo. El Banxico hace su trabajo, pero no se tendrá un resultado favorable si lo hace solo. Ya vimos que cuando actúan juntas las políticas fiscal y monetaria ayudan a dar mayor estabilidad, en este caso a la divisa, pero el esfuerzo será temporal si no se observan respuestas contundentes ante un entorno internacional adverso.