Es un hecho que la condición mundial no da para que la economía mexicana pudiera tener un desempeño extraordinario y se pudiera cumplir con aquel sueño de principios del mandato de Peña Nieto de tener tasas de crecimiento de 5% para finales del sexenio.
Las reglas del juego han cambiado de manera radical desde la gran recesión del 2009. Tanto que desde entonces a la fecha el planeta entero no ha encontrado el nuevo camino para sostener un crecimiento.
Lo bueno dentro del contexto internacional es que por ahora México se ubica del lado del único bloque que promete tener un crecimiento en los años por venir. Es este país una de las pocas economías emergentes de un tamaño razonable que muestra posibilidades de crecer de una manera sana.
En la locomotora estadunidense, México ocupa quizá el último vagón, pero al menos esa modesta estimación de que Estados Unidos pueda crecer durante el próximo año 2.4% corre en favor de la economía mexicana.
Esto mientras el resto del mundo desarrollado seguirá luchando en contra del estancamiento económico.
Está claro que el principal factor externo que más condiciona la posibilidad de tener un mejor presupuesto para el próximo año es el mercado petrolero.
Apenas el año pasado la estimación era poder vender el petróleo a 80 dólares por barril, ahora para el siguiente año la expectativa es al menos conseguir 25 dólares por barril de la llamada mezcla mexicana.
Esa es la fotografía externa que limita cualquier sueño de crecimiento dinámico con lo poco que hay de manera interna.
La principal reforma que emprendió este país en años recientes fue en el sector energético, justo en ese que hoy está tan deprimido. Ya dará frutos jugosos y notorios en el futuro, pero eso tardará en llegar.
La reforma ausente que marca el destino en estos tiempos de “vacas petroleras flacas” es la fiscal.
La buena noticia dentro de la “camisa de fuerza” autoimpuesta por el gobierno en materia tributaria es que se optó por el mal menor para 2017.
Menos petróleo y a menor precio serán suplidos con menor gasto y no con mayor endeudamiento.
Los 175 mil millones de pesos de recorte anunciados de la mano de la presentación de los precriterios económicos para 2017, adicionales a los 132 mil millones de pesos anunciados en febrero, implican comprometer menos la salud de las finanzas públicas.
No hay coincidencia entre el aviso de la agencia Moody’s de poner en perspectiva negativa la calificación crediticia de la deuda mexicana y la presentación del primer paso del presupuesto para el próximo año.
Fue la calificadora la que aprovechó el timing, no el gobierno reaccionando a Moody’s, pero como sea el mensaje que queda es que el gobierno mexicano optará por la responsabilidad fiscal antes que el efecto cosmético de un gasto recargado en el aumento del déficit y la deuda pública.
La decisión es disminuir el déficit fiscal para el próximo año, aun a costa de un recorte mayor al gasto.
Esto, con todo y el desequilibrio que se mantendrá en las cuentas públicas es un claro mensaje de privilegiar la responsabilidad. Ese es, por ahora, el mal menor.