Aún no logramos que  nuestros jóvenes lean y los funcionarios que tienen que ver con la educación y cultura ya están  discutiendo cómo entrarle a los libros electrónicos para fomentar la lectura. ¿No será más urgente proponerse aumentar el promedio de libros que se leen al año en lugar de calentarse la cabeza con tecnologías de moda?

 

Si leemos en promedio 2.9 libros al año y logran que leamos 4 o 5 sería estupendo. Pasaríamos de ocupar el lugar 107 en una encuesta presentada por la UNESCO sobre “hábitos de lectura” a un lugar menos deshonroso porque la muestra abarcó sólo 108 países.

 

Parece que nuestros funcionarios no han entendido que el meollo del fomento a la lectura  tiene que ver menos con la tecnología y más con adecuadas políticas educativas y culturales y con el sentido común. Están empeñados en dar ese salto que llaman del brick al clic sin protagonistas,  sin lectores.

 

De poco ha servido llevar computadoras a escuelas rurales donde no hay luz ni conexión a Internet. De poco ha servido construir una megabiblioteca para  poner en sus anaqueles libros de superación personal y que se ha convertido más que en una inmensa sala de consulta, en un cibercafé con dimensiones desproporcionadas.

 

Hace unos días el Departamento de Justicia de Estados Unidos presentó una demanda antimonopolios  contra Apple, Hachette, Harper Colloins, Macmillan, Penguin y Simon & Schuster por presunta colusión para fijar los precios de los e-books. En la demanda se asegura que los consumidores de estos libros tuvieron que pagar “decenas de millones de dólares” más por esa colusión.

 

¿Usted se imagina a una de nuestras instituciones demandar a uno de esos gigantes de la era digital a favor de los consumidores? ¿A un  funcionario protestando porque compañías como Harper Collins programó sus e-book para autodestruirse después de la consulta número 26?

 

Pero no todo es tan preocupante en materia de libros. Una ventaja de que nuestros responsables de educación y  cultura no lean frecuentemente es que para celebrar el Día Mundial del Libro este 23 de abril no tuvieron empacho en que Charles Dickens fuera su emblema principal.

 

Los 200 años del natalicio de este escritor inglés es un pretexto estupendo para acercarse a sus libros que, en palabras del mismísimo Karl Marx, fue más crítico del estado inglés que “todos los discursos de profesionales de la política, agitadores y moralistas juntos”.  La miseria, la explotación infantil,  el mundo criminal, la avaricia, la desigualdad están retratados estupendamente en Oliver Twist, David Copperfield y Un cuento de Navidad. Tanto, que se parecen a los heraldos negros de nuestros días.

 

*Periodista literario