Pensar que la crisis en el arbitraje es propia de México, sería tan extremo como atribuir en exclusiva a nuestro país el Cambio Climático, la violencia doméstica o el común de los males a los que se expone hoy el humano en todo el planeta: el arbitraje se encuentra en un fatal momento a nivel mundial y, como parte de eso, nuestro país no es la excepción.
La Liga Premier inglesa, máximo ejemplo de perfección en organización y posicionamiento comercial de un producto deportivo, bien pudo haberse definido este fin de semana con una desastrosa actuación del silbante.
Sucedió en el duelo entre el líder, Leicester City, y la grata sorpresa, el West Ham United. Una expulsión sin sentido, dos penales discutibles, varias marcaciones más absurdas que dudosas, y el Leicester apenas logró sacar un punto en tiempo de compensación. El resultado es que su ventaja de siete puntos en relación con el Tottenham ha disminuido a cinco con cuatro partidos por disputarse.
Siempre podrá recurrirse a los viejos tópicos que señalan que el juez a veces da y a veces quita, que a la postre la justicia se equilibra, que todo forma parte de este deporte. No obstante, lo relevante es elevar el debate a otra dimensión y comprender: si a alguien le quedaba duda, el arbitraje ha quedado muy rezagado en relación con el juego. Sus fallos no tienen que ver ni con el impacto social, ni con la magnitud económica, ni con los afanes de proyectar impecabilidad que se tienen en la actividad más global.
Lo común es que cada certamen (incluyamos Champions League, Mundiales, Eurocopas, Libertadores, etc.) concluya con una buena serie de asteriscos vinculados a lo que pudo ser o a lo que fue pero el árbitro no supo ver.
Sin duda, esa faceta también hace especial al futbol por encima de las demás disciplinas: que, a su forma, es metáfora de una vida no siempre –o, casi nunca– justa. En todo caso, la meta tiene que ser minimizar esas lagunas y no, como sucede, ampliarlas.
La tecnología en la línea de gol ya ha sido implementada y en breve se entrará a fase de pruebas con la posibilidad de revisar en video las acciones polémicas. Inquieta la pérdida de ritmo que de eso pueda desembocar; el tenis tiene en su naturaleza la pausa tras cada punto, como el futbol americano frena cíclicamente; ahora el futbol deberá aprender a efectuarlo sin mermar el desenvolvimiento del partido.
Ha sucedido en una jornada fundamental de la Premier League, pero lo mismo en el último Clásico del futbol español, en nuestro Chivas-América o en innumerables citas estelares de todas las ligas del planeta. Lo definitivo es que el árbitro hoy no se da abasto y que llenarle la cancha de asistentes (atrás de la portería y entre las bancas, más los habituales abanderados) no remedia nada.
Cuanto más se posponga el cambio, más enredaremos este deporte. La crisis de credibilidad fuera de la cancha habrá de resolverse hallando a la par credibilidad dentro de la misma.
No es un problema de México, y eso no debe de exculpar a nuestros encargados del arbitraje. Es un problema mundial, lo que obliga a una urgente solución global.