PARíS. Zlatan Ibrahimovic dejará el París Saint-Germain tras cuatro años en los que ha sido el líder indiscutible de un club que se ha hecho con la hegemonía incontestable del fútbol francés pero que ha fracasado en su asalto al paraíso europeo.
El atacante sueco deja un impresionante palmarés nacional y personal que no consigue borrar que bajo su batuta el club no superó los cuartos de final de la Liga de Campeones, lejos de la ambición del propietario qatarí de ganar dicha competencia.
Ibrahimovic marcó al fútbol francés con sus números: 121 partidos, 111 goles y 38 asistencias, y la escena deportiva gala con sus declaraciones políticamente incorrectas.
El “llegué como un rey, me voy como una leyenda” con el que anunció que no seguirá fue el epílogo de una etapa que comenzó en 2012, cuando tras firmar por el PSG afirmó: “No conozco la liga francesa, pero la liga francesa me conoce”.
De su mano, el PSG se ha convertido en un club de dimensión internacional, un prestigio basado en sus resultados nacionales pero que no se han traducido en Europa.
Al frente de la pléyade de estrellas fichadas por el propietario qatarí, Ibra ha levantado cuatro ligas (2013, 2014, 2015 y 2016), dos Copas de la Liga (2015 y 2016) y una Copa de Francia (2015, juega la final de la de este año el próximo día 21).
Ibrahimovic se ha convertido en cuatro años en el máximo goleador de la historia del club y todavía tiene tiempo para superar al argentino Carlos Bianchi como el máximo anotador en una misma temporada.
El sueco simboliza como nadie las nuevas ambiciones del PSG, que pasan por sentarse en la mesa de los grandes de Europa. Desde su llegada a la capital francesa en 2012, tras no haber renovado su contrato con el Milan, ha contribuido de forma decisiva a lograrlo, en el césped y fuera.
A Ibra le han juntado con otras estrellas, pero ninguna ha osado ensombrecerle. Ni dentro, ni fuera del Parque de los Príncipes.
A golpe de goles, el sueco fue elevando el nivel del club, conquistando cuanto título se ponía por delante.
Pero los éxitos domésticos nunca se exportaron y el club se empequeñeció en cada gran cita europea a la imagen de su carismático líder, que nunca acudió a la cita de los grandes partidos.
Lo que no ha impedido que Ibrahimovic se haya hecho con un hueco en el corazón de los aficionados parisienses, pese a que su arrogancia le ha jugado malas pasadas.
Como cuando el año pasado consideró a Francia un “país de mierda” que no merecía a un equipo como el PSG, una declaración recogida por una cámara intempestiva que le valió una sanción de cuatro partidos.
Acostumbrado a frases grandilocuentes, Ibrahimovic ha marcado la historia del PSG sin ni siquiera molestarse en aprender el idioma del país.
Pero seguramente será en el club galo donde quede más patente la huella de su carácter.
Nacido en Malmoe el 3 de octubre 1981, hijo de un bosnio musulmán y de una croata católica, Ibrahimovic fue bautizado como Zlatan, que en serbocroata significa “oro”.
En 1996 integró el club de su ciudad natal y, tras ser seguido por algunos de los principales clubes del continente, en 2001 recayó finalmente en el Ajax de Amsterdam, donde tras una temporada de adaptación triunfó de la mano del entrenador, Ronald Koeman.
Pero su personalidad le llevaron a enfrentarse con el local Rafael van der Vaart y, tras lograr dos ligas, a abandonar el club en 2004 con destino a la Juventus de Turín.
Abandonó la “vecchia signora” después de su descenso a segunda división por el trucaje de partidos para jugar en el Inter de Milán, donde en tres años sumó tres títulos ligueros.
Su siguiente etapa la vivió en el Barcelona, donde llegó en 2009 para sustituir al camerunés Samuel Eto’o. Fue el fichaje más caro de la historia del club. Pero la convivencia se hizo difícil con el argentino Lionel Messi y con el entrenador, Josep Guardiola, por lo que en un año abandonó el club, tras ganar la liga.
Dirección el Milan, donde ganó una liga y multiplicó los goles, lo que le hizo que los propietarios cataríes del PSG le eligieran para encarnar su proyecto.