ESTOCOLMO. La ucraniana Jamala logró hoy en Estocolmo con «1944» el segundo triunfo para su país en la historia de Eurovisión en la edición más política de los últimos años por delante de Australia y Rusia, gran favorita en las apuestas previas.
Su tema tiene como trasfondo las deportaciones masivas ordenadas por Stalin de tártaros de Crimea -la península anexionada por Rusia en 2014 tras un polémico referendo no reconocido por Occidente-, una suerte que corrió la abuela de Jamala, nacida en Kirguizistán, país donde fueron reubicados la mayor parte de los exiliados forzosos.
A pesar de que la Unión Europea de Radiodifusión (UER), organismo supervisor del festival, no permite en teoría tratar temas políticos, «1944» fue aceptada pese a la protestas rusas, aunque en Estocolmo las tensiones entre Rusia y Ucrania no se trasladaron a sus representantes, que mantuvieron un tono cordial.
«¡Les deseo de verdad la paz y el amor a todos!», gritó Jamala desde el escenario del Globen Arena tras ser coronada ganadora y antes de interpretar de nuevo su canción, que se aupó a la primera plaza gracias al voto de los telespectadores de los 42 países participantes en el festival, que constituye la mitad del total.
La novedad introducida por la UER este año, difundiendo por separado primero la calificación de los jurados y luego el «televoto» en vez de emitir solo el voto total, permitió extender la emoción hasta el último minuto, cuando se supo que Rusia, la que contó con más apoyo popular, no podría alcanzar a Ucrania.
Australia había dominado con claridad las votaciones de los jurados, con 320 puntos, por delante de Ucrania (211), Francia (148), Malta (137) y Rusia (130).
Pero «Sound of Silence», la balada de Dami Im, solo fue la cuarta más valorada en el «televoto», y eso evitó el que habría sido el primer triunfo de Australia, que concursa desde hace dos años.
Rusia fue la más respaldada por los telespectadores, con 361 puntos, insuficientes para enjugar la diferencia con Ucrania, que convenció con un número potente y la sentida interpretación de Jamala, frente al derroche visual del ruso Sergei Lazarev.
El «top 10» lo completaron, por este orden, Francia, Armenia, Polonia, Lituania -las dos grandes sorpresas- y Bélgica.
Polonia, la peor calificada por los jurados con 7 puntos, fue la tercera más apoyada por los televidentes, con 222 puntos.
España, con Barei y su contagioso «Say Yay!, acabó en el puesto número 22, uno más abajo que en Viena 2015, y fue penalizada por el escaso apoyo del «televoto» (cuarto país con menos respaldo), lo que contrasta con la buena acogida de su actuación en el Globen, donde puso el público de pie.
También decepcionaron Israel (14) e Italia (16), mientras que el Reino Unido fue antepenúltima, y Alemania, última.
Fue la tercera vez que Estocolmo acogió una final del popular festival, y como en las rondas previas, la gala de esta noche estuvo conducida con mano firme por Måns Zelmerlöw, ganador del año pasado en Viena con «Heroes», y Petra Mede, que volvieron a lucir su buena química en una noche llena de entretenimiento y mucho humor.
Zelmerlöw y Mede protagonizaron un número musical paródico, que desató las carcajadas del público, sobre la historia del festival, con guiños a algunos de sus actuaciones más memorables, como las voluptuosas lavanderas polacas o los finlandeses Lordi.
Un nuevo «sketch» de la serie sobre historia de la música sueca en clave de parodia, otro sobre la pasión desmedida de los suecos por el festival y la reaparición del personaje de Lynda Woodruff, «portavoz» de la UER, fueron otros de los momentos más cómicos.
La gala, por primera vez emitida en Estados Unidos y con una audiencia de 200 millones, incluyó la actuación de la «superestrella» Justin Timberlake, que además de promocionar su nueva película y pelotear a Zelmerlöw, se mostró cariñoso con los concursantes y aseguró haber visto Eurovisión los dos últimos años.