Leo y escucho una sobredosis de críticas a las propuestas tácticas expuestas la noche del miércoles en la cancha del Azteca, pero quienes señalan con la punta del dedo a Antonio Mohamed e Ignacio Ambriz les preguntaría: ¿los conocen? ¿saben cómo juegan? ¿conocen su historial táctico en Liguilla? Por la rabia expuesta, parecería que no. Y como ando de preguntón aprovecho para hacer otra, una muy simple: ¿de verdad esperaban otra cosa? Si la respuesta fuera sí, entonces tendrían que aceptar que se dejaron gobernar por la ilusión y la esperanza.
Ninguno de los dos ha destacado en este medio por sus esquemas agresivos y desbordados a la ofensiva. Ninguno porta credenciales de juego alegre. Ninguno ha dado señales para integrarse al muy reducido grupo de entrenadores que buscan la ofensa sin temor a ser ofendidos, futbolísticamente hablando. Y mire que sonará francamente ridículo e injusto si revisamos los números de la campaña, ya que Monterrey y América terminaron como los dos mejores equipos en la tabla de goleo.
Evidentemente entra en juego el temor de la derrota porque no se tiene una semana para recuperar el ánimo; una desventaja considerable en el juego de Ida resulta determinante para la serie, de ahí que los dos equipos prioricen el arte de la defensa más que el ataque.
Pero independientemente de lo que piense o pretenda un entrenador, está el ADN del jugador, la memoria colectiva y creo que los jugadores estuvieron por encima de los planteamientos iniciales. Seríamos injustos al decir que el juego no cumplió, ya que algo quiere decir si las figuras fueron Jonathan Orozco y Hugo González. Quizá teníamos el anhelo de que ambos se olvidarán por algunos minutos que se jugaba la Liguilla para ver un poco más de desinterés en la pizarra, pero francamente tampoco resultó un bodrio.
El juego pudo haber terminado con tres o cuatro goles en la pizarra y, de haber sido así, entonces las versiones serían distintas. Vendrán los noventa minutos decisivos donde los miedos y los temores deberán permanecer en el hotel de concentración, ya que se trata de buscar la victoria por encima de cualquier cosa. Y claro que el América, incluso teniendo la ventaja, sabe perfectamente que a un equipo como Monterrey no se le puede ceder la iniciativa; por si fuera poco, Tigres dejó un mensaje claro y contundente la semana pasada.
Por su parte, América tiene gente tan contundente y determinante que no le es indispensable manejar los ritmos ni los tiempos de juego; sabe perfectamente que basta un rompimiento para prácticamente sentenciar la serie. Es la combinación perfecta, un local con la necesidad de haber daño y un visitante que nunca renuncia al ataque más allá de la posesión del balón.
Nos queda lejos la convocatoria del Tri, pero quedan pendientes algunos temas como la inexplicable convocatoria de Yasser Corona, la negativa de Giovani dos Santos o la sobrepoblación de calidad en la portería teniendo los Juegos Olímpicos como gran ventana para alguno de ellos. Al menos celebro la franqueza de Osorio con el asunto de Gio, misma franqueza futbolera al dejar fuera a Carlos Vela, ya que he visto a muchos sentados en esa silla llamando jugadores que atraviesan un pésimo momento con tal de no generar un problema para futuras convocatorias; es decir, esas posturas del mismísimo quedabien no son para quien determina quién debe representar a un país deportivamente hablando.