Son ellas personajes de un performance camaleónico. De un espectáculo puesto en escena para unos cuantos burgueses. Figuras de sensual cabaret; de candente meneo. Prostitutas como antaño las odaliscas árabes. Anónimas, sin mención oficial, aun cuando todos sabemos de su presencia. Son las mujeres de Paola Bragado, fotógrafa española nacida en Madrid en 1977.
Las fotografías de Bragado se tiñen de la visión femenina y su poder sensual. A partir de temas que parecieran, en primera instancia, de interés masculino. Pero no, aquí son ellas quienes gobiernan su erotismo. Y más que un espectáculo, la línea principal de sus series es el intimismo. Es el caso, por ejemplo, de Raval-Berlín, trabajo en el que retrata a bailarinas antes de su puesta en escena.
Paola Bragado no documenta ni condena el mercado sexual. No muestra víctimas, sino personas. Esto no es gratuito: las protagonistas parecen disfrutar de su teatralidad, de su espectáculo nocturno. ¿Cómo? Sencillo: quienes aparecen poseen una voluntad, son libres en su cuerpo.
Bragado se adentra en el ambiente cabaretero. Incluso se acerca al drag, pero alejada del porno. No hay morbo; establece una relación femenina en sus retratos y simpatiza con sus modelos, sonrientes a veces, a través de provocaciones sutiles. No ahonda en el baile, ni en la exuberancia: rescata expresiones, candidez, cuerpos que ante todo son placenteramente humanos.
Paola estudió en Bellas Artes en el Chelsea School of Arts de Londres. Ha colaborado con una decena de medios y sus trabajos —en solitario y en grupo— se han expuesto en México, Portugal, Estados Unidos, Francia, Bélgica, Chile y Argentina, entre otros países. Paola no tuvo empacho en compartirnos un poco sobre el porqué de su obra y eso que la llevo a estas imágenes.
Aunque perteneces al ambiente erótico veo que sólo en las tomas europeas (como las de Raval-Berlín) muestras el interior del espacio, mientras que en las de Nevada (Golden West) “interiorizas” en la mujer al ser retratos más comunes ¿Hay algún significado en particular?
Hice las de Golden West cuando vivía en Lake Tahoe, entre California y Nevada, y era profesora de snowboard. Me encantó esa época pues fui a lugares en los que descubrí formas de entender vidas distintas. Allí, como en cualquier lugar destinado al turismo de high standing, había una gran diferencia entre los trabajadores y los que venían a pasar un buen rato.
Un día, en el half pipe descubrí a un grupo de mujeres que surfeaban: no llevaban su pase de trabajador pero tampoco parecían en absoluto unas simples turistas. Pregunté y me dijeron que eran las strippers. ¡Me encantó! Un grupo de mujeres que querían surfear y buscaban una manera distinta al resto para hacerlo. Nació de una admiración y una forma distinta de entender lo que nos rodea.
Para acercarme les ofrecía un intercambio de fotos para sus books, fotos que ellas quisieran y fotos que yo quería. Resultó una forma de ceder otra mirada a estas mujeres: lo que yo buscaba en un retrato no era lo que acostumbraban a esperar en sus sesiones de trabajo; llevarlas a la naturaleza, a bosques, ya era un comienzo distinto, como si nuestro inicio fuera distinto. Me interesaba saber quiénes eran, o conocer algún aspecto suyo muy alejado al que un cliente espera.
Raval- Berlín surge de otro interés: de la idea de retratar a ese sub mundo del espectáculo que existe en cada ciudad. Me fui a Barcelona y observé a esos personajes: gente que trabaja en el espectáculo. Me interesó mucho la semejanza que se crea entre éste y el acto de fotografiar: el actor frente un escenario, hacia los espectadores y la cámara en un escenario frente al retratado. Me interesa lo que representan y lo que dejan escapar en pequeños espacios de realidad o ficción.
Tanto en tus proyectos personales como en los públicos tiendes a usar colores que simulan ensueños, mucho blanco, colores vivos o pasteles.
Hay varias razones. Mi especialicé en pintura cuando estudié bellas artes. Al viajar esta especialidad se ha convertido en fotografía. Utilicé los carretes de infrarrojos en mis primeras series ya que fueron utilizados en la Guerra del Vietnam para descubrir los cuerpos vivos entre la maleza por parte del ejército norteamericano. Me pareció que en estos retratos quería rescatar una parte de vida que no se había descubierto. Busqué un misterio que acompañara ese interés que hay en la toma. Me gustaba el resultado visual que obtenía.
Hace poco me invitaron al festival de foto de Tijuana y uno de los críticos me dijo que a él no le interesaba en absoluto el tema, pero le llamó mucho la atención el carácter pictórico. A algunos les pareció brusco que me dijera esto. Yo creo que no es así, en absoluto. Pensé: “Mira qué bien, has disfrutado simplemente de ver unas fotos…”
Has vivido algo de tiempo en México, ¿cómo percibes nuestro panorama hacia las mujeres?
Creo que la situación de la mujer en México va mucho más retrasada que la del hombre o la mujer en Europa y Estados Unidos. Es triste pero diariamente se viven situaciones de injusticia muy fuertes. Al viajar en el metro me han metido la mano entre las piernas sin pedirme permiso, claro. Es muy cómodo para los varones tener estos privilegios. Desde el punto de vista de la mujer hay una mezcla de impotencia, de tradición, lo que has visto en tu madre, en tu abuela… y sobre todo, veo a gran parte de la población que vive en situaciones tan límites de precariedad que no pueden ni plantearse una lucha más.
¿Tu obra alude a la equidad el género?
No creo que sea un tema que haya pensado a la hora de fotografiar o de empezar el proyecto. Pensaba en aquellas que hicieron de su propia historia un heroísmo, pues si no se reconoce su existencia, mucho menos la de sus trabajos. En gran parte de las mujeres retratadas hay una historia común: se quedan solas, su marido se va con otras y ellas quedan al cuidado de una media de cinco hijos. Y deciden sacar dinero como sea, que después las juzguen me parece una injusticia y una hipocresía de parte de quien lo hace. En mi obra me muevo más cómoda entre esa figura de la mujer como personaje autónomo. La reivindicación es de una manera muy sutil ya que me propongo llevar al límite lo que hacen sin que se note, en una búsqueda de la belleza.
Parece que también eres una migrante: has ido de gira con varias agrupaciones españolas. ¿Qué tanto ha influido esa experiencia en tus series más allá de los cambios de residencia?
Mucho. Empecé a viajar muy joven y eso me hizo ampliar mi perspectiva muy temprano. He tomado el viaje como forma de vida. La vivencia con la música ha sido muy natural, pertenecen a ese grupo de nómadas que también me atrae. Si me encargan un videoclip, me gusta compartir con ellos una historia y que exista ese intercambio de tensiones que se crea en una sesión de fotos. El Arte con mayúsculas se empeña en separar, poner barreras entre un campo y otro. Me parece divertido hacer más laxas esas barreras y comprobar hasta dónde llegan.