El auto ataca a la bicicleta, la bicicleta al peatón, el peatón cruza intempestivamente, el autobús ataca al auto, el auto al peatón, la bicicleta pelea con el del auto, el peatón con el del bus. Al final, nadie queda satisfecho.
Partamos de algo básico: para ser peatón no se requiere mayor capacitación. No se exige licencia, identificación, así que siempre será la conducta móvil más básica que tengamos.
Para ser ciclista no estamos muy lejos. Un poco de práctica durante la niñez, un poco de conocimientos para salir a calles menores primero, luego a avenidas con precaución y al final de cuentas uno podrá meterse entre los coches.
La dos formas de movilidad activa más importantes, caminar y pedalear, son relativamente básicas y no requieren permiso alguno. Son las que menos daño hacen a la sociedad, y reportan grandes beneficios: polinizan la economía, mueven el dinero localmente, evitan enfermedades, compactan la ciudad. Pero estas dos formas de movilidad son también las más vulnerables a otros modos de transporte y las que requieren mayor esfuerzo físico.
En términos generales se fijan preferencias de movilidad: 1. Peatón, 2. Bicicleta, 3. Transporte público, 4. Motorizados privados, 5. Carga. Esto dice quién debe ceder a quién, quién debe cuidar a quién.
Cuando se critica a peatones que cruzan debajo de un puente peatonal no se mira que el esfuerzo de subir por un puente de 8 metros, atravesar en solitario una avenida y volver a bajar, con carga, con lluvia, con inseguridad, es mucho mayor a sólo pisar el pedal del freno. Por eso toda avenida semaforizada debe tener cruces peatonales a nivel, y sólo los bulevares con diseños a desnivel requerirían puentes peatonales, en todo caso anchos, cómodos, y acordes a la línea del deseo del peatón (es decir, no poner al peatón a dar vueltas para subir una rampa gigantesca que conduce a una calle a la que no se dirige el peatón).
La sociedad requiere educación vial, sin duda, pero hay que enfatizar el tenor de la educación vial:
1.El peatón debe aprender a no correr cuando cruza una calle, a no dar las gracias cuando le cedan el paso pues es obligación del automovilista, a exigir su espacio. Esto resulta más importante que cualquier llamado a la prudencia al momento de cruzar una calle, y a la larga nos evitará más accidentes.
2.El ciclista debe aprender a tomar el carril completo, a conducir alejado de las puertas de los coches estacionados, a dar certidumbre en su andar, a ceder el paso al peatón y ayudar a que los demás vehículos cedan el paso al peatón.
3.El automovilista debe aprender mucho más. El automovilista debe saber enfrentar la presión de los demás automovilistas cuando le exijan andar más rápido, dar una vuelta en presencia de peatones, cuando le presionen a no ceder el paso o a no respetar la luz del semáforo. Debe aprender a ser defensivo y exagerado en su respeto al peatón. Debe calmarse. Debe sacar el claxon de su mente: no es timbre, no es máquina de insultos, no es una señal para llamar al vendedor del semáforo, no es fiesta por un triunfo de la selección, no es un mecanismo de presión a otros conductores, incluidos ciclistas. El claxon es exclusivamente una bocina para una emergencia. El automovilista debe aprender también que el carril derecho se utiliza sólo para dar vuelta a la derecha, pero en las avenidas debe ser exclusivo del transporte público.
4.El conductor del transporte público debe aprender a conducir exactamente igual todos los días. Recoger el pasaje sólo en la parada, usar sólo el carril derecho, respetar semáforos y rayas peatonales, ser cortés.
¿Cómo llegamos a que esto ocurra?
El tema clave es la educación social, hagamos que la gente entienda cómo puede funcionar bien la ciudad.
Lo primero: una campaña de dignificación del peatón.
Lo siguiente: educar al conductor para respetar al peatón y al ciclista. Hay que combatir el claxon y las conductas agresivas.
Lo tercero: educar al ciclista en su respeto al peatón y en su dignidad frente al auto.
Lo cuarto: hacer permanentes los mensajes de educación vial en la comunicación gubernamental.
El tema de la conducción del transporte público se atora con un problema importante: si los demás no respetan la normatividad, el chofer de autobús urbano tampoco puede hacerlo, porque debe estar esquivando autos estacionados indebidamente y, bajo el esquema actual de operación del transporte concesionado, gana más levantando pasaje en cualquier punto que respetando las paradas. Por lo tanto, si no cambian el sistema de recaudo de la tarifa del transporte público y no mejora el respeto a la normatividad por todos los vehículos, será imposible que el transporte público cambie.
La campaña de dignificación del peatón también debe estar acompañada de mejoras en la señalización horizontal. Todas las esquinas de avenidas deben estar pintadas en todos sus cruces posibles y no sólo del lado que se detienen los automóviles. En los cruces más transitados hay que dar un tiempo de “todos en alto” en el que sólo crucen peatones en todas las direcciones.
La campaña de educación al conductor de automotor debe ir acompañada de sanciones por la violación a las reglas. Mientras se mantenga la impunidad, no se podrá avanzar.
Por último, es terrible escuchar cuestionamientos a la conducta de los peatones cuando éstos, todos, viven cientos de incidentes en los que los automovilistas los vulneran o invaden su espacio: banquetas angostas y disparejas, autos mal estacionados o invadiendo la banqueta, hoyos, basura, mobiliario urbano, puentes. Sólo comenzando por una campaña de dignificación del peatón podremos avanzar.