AUSCHWITZ. El papa Francisco visitó hoy el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau en uno de los momentos más conmovedores de su viaje apostólico por Polonia e imploró: “¡Perdón por tanta crueldad!”.
Por decisión propia, Francisco no quiso tomar la palabra ni pronunciar un discurso durante todo el recorrido, que duró casi media hora y que tuvo diversos momentos de silencio. Sólo dejó una frase en el libro dedicado a los visitantes.
El pontífice ingresó sólo y caminando atravesó el famoso portón de hierro con la frase en alemán Arbeit macht frei (El trabajo hace libre). Luego abordó un pequeño auto eléctrico con el cual se trasladó hasta el Bloque 11.
En el camino se detuvo en la Plaza del Llamado, donde los judíos eran convocados y ahorcados; Bergoglio besó uno de los postes de ajusticiamiento antes de ingresar en un patio interno donde lo esperaba un grupo de 11 sobrevivientes del Holocausto.
A cada uno de ellos el Papa saludó afectuosamente y le dedicó unos momentos, entonces caminó unos pasos hasta el muro de la muerte, una pared de fusilamiento, y se mantuvo en silencio unos minutos, con su mano derecha en la piedra gris.
Tras regalar una lámpara de aceite preciosa al campo de Auschwitz, el líder católico ingresó hasta un subsuelo donde alcanzó la celda oscura donde murió Maximiliano de Kolbe, un santo católico que 75 años atrás dio su vida por salvar la de un padre de familia de origen judío.
A la salida firmó el libro de honor con una frase en español: “¡Señor ten piedad de tu pueblo! ¡Señor, perdón por tanta crueldad!”.
Esas fueron sus únicas palabras, porque también en silencio Francisco emprendió la segunda parte de su visita, dirigiéndose en el automóvil eléctrico hasta el contiguo campo de Birkenau, conocido también como Auschwitz II y donde funcionaban las cámaras de gas para el exterminio de masa.
En su recorrido pasó a un lado de las vías hasta donde llegaban los “trenes de la muerte”, que desde diversas ciudades de Europa llevaban a los judíos y a otros detenidos hasta el campo. En Auschwitz se calcula que murieron, entre 1940 y 1945, poco más de un millón de personas.
En una plazoleta de Birkenau el Papa pudo leer las diversas lápidas del Monumento a las Víctimas de las Naciones, que recuerdan los países y los idiomas de quienes ahí murieron.
Al final depositó ahí una candela encendida y volvió a meditar en silencio, mientras escuchó a un rabino recitar el Salmo 130, un pasaje bíblico sobre el abandono.
Francisco saludó a otro grupo de sobrevivientes acompañados por familiares e invitados especiales, antes de retirarse y emprender su regreso a Cracovia. dmh