Una respuesta impensada, proviniendo de un cineasta nominado a Oscar, Globo de Oro, Bafta, Palma de Oro: “una inauguración da mucho más miedo, porque es algo más poético, estamos obligados a ser más directos”.

 

Palabras dichas por el director de cine Fernando Meirelles, con quien tuve posibilidad de entablar una entrevista informal pero exclusiva a tres días de su gran puesta en escena en Maracaná.

 

Mente que fue capaz de abrir los ojos del mundo a la violencia de las favelas con Ciudad de Dios, que fue capaz de hacernos sentir sin capacidad visual con Ceguera (vaya riesgo: llevar a la pantalla grande nada menos que una de las obras cumbre del Nobel José Saramago), que fue capaz de escrudiñar el concepto que hace diferente al futbol verdeamarelha con el documental Ginga. El alma del futbol brasileño, y cuyo reto máximo es la inauguración olímpica de este viernes.

 

Como él mismo repite siempre con contagiosas risas, ha trabajado con un presupuesto especialmente limitado y muy bajo si se compara con el que gozó Danny Boyle en la apertura de Londres 2012. Gambiarra, repite y repite esa palabra brasileña: hacer mucho con poco, improvisar, solucionar. Hay otra palabra que él no mencionó, pero muy vinculada al hablar carioca y que no siempre es referida de manera positiva: jeitinho, término que va desde resolver algo con corruptelitas (obviamente, no planteo el jeitinho en ese sentido), hasta salir de apuros a como de lugar con el más impensado atajo (ahí sí, como con la gambiarra).

 

¿Qué puedo decir de la inauguración de Río 2016 tras haber estado viendo la escenografía en plena cancha de Maracaná y de haber conversado con su creador? Detalles y conceptos, no puedo compartir (y, créame, no le conviene saberlos, porque la cuota de sorpresa reservada es descomunal). Sí, que el mensaje es maravilloso y por demás oportuno. Sí, que proyecta nociones que me fascinan. Sí, -¡y más importante que nada!- que Brasil escapará este viernes al estereotipo, y eso es muchísimo decir.

 

Hablamos del quinto país más extenso geográficamente del planeta. De un sitio que lo mismo tiene influencia indígena, que africana (ya lo he dicho: en Salvador de Bahía me siento en Angola), que japonesa (Sao Paulo es la ciudad con más nipones fuera del archipiélago japonés), que alemana, polaca, italiana, balcánica, libanesa, evidentemente portuguesa, no puede esperarse menos. Sin embargo, normalmente así ha sido: ¿Qué estigma persigue a Brasil? Carnaval, mulatas, futbol, playa, caipirinha. Nada más. Una penosa simplificación.

 

El pasado Mundial no hizo más que reforzar esos tópicos, con el video oficial que parecía edición conmemorativa de cualquier carnaval al que hubiesen ido Pitbull y Jennifer López. Estos Olímpicos, hoy lo sé, han huido de esa etiqueta.

 

Lo del viernes será memorable. Y será más o menos barato. La gambiarra del genio paulista, Fernando Meirelles, a lo que da. Su narrativa, su plasticidad, su conceptualidad, su compromiso, su conciencia social, su estética, también. Además, advierte: hará que la gente baile ante el televisor. Y todo, poéticamente.

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