El consumo privado se desacelera, sin embargo promete mantenerse como el motor de la economía mexicana en estos tiempos en que la industria manufacturera sufre los estragos de la desaceleración de ese sector estadunidense.

 

La caída del consumo durante el mes de abril que reportó el INEGI de -2.2% es engañosa porque tiene el factor estacional de la Semana Santa. Resulta que esos días de descanso cayeron en marzo durante este 2016; eso implica que a lo largo del tercer mes del año hubo menos días laborables.

 

Para la industria, menos días de trabajo por la Semana Santa implica una baja en la producción; ello se nota con la baja en este indicador. Claro que en la condición actual de desaceleración del sector secundario, los registros han sido negativos.

 

En el caso del comercio y los servicios, el efecto es el contrario; cuando hay días de descanso se hace más propicio para las familias salir de compras y esto estimula la actividad comercial.

 

Pero más allá de la estacionalidad que se puede comprender con cierta facilidad, lo que merece un estudio psicológico es el comportamiento de los compradores.

 

Cuando llega el INEGI a preguntar sobre la confianza que tienen en el mercado interno, para elaborar en conjunto con el Banco de México el Índice de Confianza del Consumidor.

 

Si los ciudadanos están enojados lo van a hacer saber cada vez que puedan, lo mismo en un tuit que en una encuesta, independientemente de las posibilidades económicas que tengan.

 

El valor más grande que han tenido los consumidores desde hace décadas es la inflación controlada. Pocos son los que recuerdan lo que era que los precios se elevaran más de 100% en un año.

 

Estamos acostumbrados a una estabilidad de precios que se ha acompañado con un crecimiento económico que, aunque mediocre, ha sido constante desde la caída de la gran recesión de 2009.

 

Pero no creemos que estemos bien en la economía del país y en la personal. Y menos tenemos confianza que podría estar mejor en los meses por venir.

 

No hay manera de estar de buenas si sube el dólar, la gasolina. Si hay enojo con la clase política lo proyectamos en el bolsillo.

 

Pero lo contradictorio está en el hecho de que esos mismos consumidores, en esa misma encuesta, confiesan que tienen posibilidades de comprar bienes duraderos.

 

Entonces, enojados y desconfiados, pero con refrigerador nuevo.

 

Hay datos que demuestran que estamos muy de malas, pero que hay consumo creciente. Dos indicadores son determinantes.

 

Las ventas de autos nuevos en el mercado interno crecieron entre enero y julio 17.9%, con lo que se acerca a niveles máximos históricos. El crédito al consumo durante el primer semestre aumentó más de 10%.

 

Pero a la par que la gente compraba autos a crédito, la confianza del consumidor bajó 1.8%.

 

Más allá de definir si hay razones para andar de malas, el mercado interno está dinámico y eso es buena noticia.