No se puede ser tan sanguinario en la derrota y tan festivo en la victoria. Bipolares, convenencieros y veletas. Basta una medalla para sumarse a la fiesta nacional sin importar que no hayan hecho nada en el esfuerzo de su conquista. En esas sí, todos aplaudimos, celebramos, salimos a las calles y no escatimamos en elogios ni piropos. Hacemos nuestra al atleta.
Pero basta un tropiezo, una derrota o un fracaso para sacar todas las frustraciones que llevamos dentro. Entonces sí convertimos a nuestros representantes en bastardos. Incapaces, mediocres, inútiles, de todo nos aflora para calificarlos. Es decir, fracasan solos pero triunfamos todos.
Tardamos en reconocer su talento, pero somos la voz más rápida del mundo para descalificar. Somos veloces de pensamiento para analizar toda una vida dedicada al deporte. En materia de destrucción somos especialistas, no nos tiembla la mano para señalar y nos convertimos en investigadores privados de excelencia para encontrar culpables.
Y parece que no basta juzgar sesgadamente las actuaciones de los deportistas olímpicos mexicanos, sino que ahora es divertido insultarlos en redes sociales. Podría pedirle prestada la frase al Senador Javier Lozano, aquella de: “No tienen madre”. A todos aquellos que insultaron a Alexa Moreno, pero en especial a quienes se metieron con su físico, es bueno que sepan que pesa 44.9 kilogramos, mientras que Simon Biles, la número uno de la gimnasia en el mundo, pesa 47.1 kilogramos.
Eso sólo como dato, aunque en realidad no se trate de un asunto que tenga que ver con la báscula sino de ser más educado y mostrar algo de respeto para alguien que busca trascender. Se trata de pararnos frente al espejo y preguntarnos qué hacemos para tener un mejor país. Se trata de preocuparse más por ser un buen ejemplo en lugar de criticar al de al lado. Se trata de sumar más. Y si de plano no se tiene la voluntad de eso, como mínimo entonces hay que instruirse y después abrir la boca para decir o para escribir barbaridades.
No, el deporte y los resultados olímpicos no son blancos o negros. En muchos casos, en especial en el deporte mexicano tan politizado, los éxitos no tienen como sistema de medición el oro la plata o el bronce. Y tampoco se trata de esconder los malos resultados o, en su caso, los rotundos fracasos, sino de darle la correcta dimensión a cada uno. No pido apapachos irresponsables ni consuelos sin sentido, sólo un poco de respeto. ¿Se podrá?