Jeffrey Bauman despertó drogado por la anestesia, pero todavía sentía mucho dolor. Cuando abrió los ojos en el Boston Medical Center pidió papel y pluma. Su voz era apenas un murmullo. La foto de este joven de 27 años le dio la vuelta al mundo luego de que una bomba explotó a su lado y le destruyó las piernas. Aparece en una silla de ruedas con su camisa de beisbolista gris. A su derecha, un hombre con sombrero de vaquero sostiene con sus manos llenas de sangre un torniquete en las extremidades mutiladas del chico del rostro pálido que mira hacia ningún lugar.

“Bolsa. Vi al tipo. Me miró”.

 

Eso fue lo que escribió y que movilizó a los agentes del FBI hasta su cama.

 

Justo antes de las tres de la tarde del lunes 15 de abril, Jeff Bauman esperaba entre la multitud que su novia cruzara la meta del Maratón de Boston. Un hombre con gorra y chamarra negra, playera blanca y lentes de sol se quitó su mochila negra y la puso en el suelo. Lo miró a los ojos. Luego se fue. Luego el caos.

 

De una sala de cuidados intensivos salió la pista que permitió a las autoridades comenzar a rastrear a dos sospechosos.

 

400 VECES LA MISMA ESCENA

 

Miles de fotos, videos, mensajes en twitter, facebook, mails y llamadas anónimas se fueron acumulando segundos después de las explosiones del Maratón de Boston. Los investigadores estaban en medio de un laberinto de datos. De entrada, 23 mil corredores participaron este año.

 

Los analistas nadaban en un mar de información. El Maratón de Boston atrae a deportistas de todo el mundo, muchos de ellos viajan con sus familias. La derrama económica que representan es muy importante; los hoteles, restaurantes y tiendas del área viven una de sus mejores semanas del año.

 

La gente se desborda en las calles. Un analista del FBI podía observar más de 400 veces la misma escena de un video en busca de algo extraño. Algo que le diera sentido a lo que sucedió. Una señal que los pudiera llevar hacia los culpables.

 

El lunes 15 de abril, aproximadamente a las 2:49 de la tarde, tiempo local, la competencia continuaba, cuando dos explosiones seguidas de gritos calaron en el lado norte de la calle Boylston, cerca de la meta.

 

Las dos ollas explosivas fueron puestas cerca de las barreras de metal, donde cientos de espectadores veían a los atletas culminar su esfuerzo de meses.

 

Daniel R. Genck, agente especial del FBI que ha participado en varias investigaciones relacionadas con ataques terroristas en contra de Estados Unidos, revisó una y otra vez los videos tomados por una cámara de seguridad de la zona. Pero ya sabía lo que buscaba.

 

Aproximadamente 11 minutos antes de la primera explosión, dos jóvenes dieron la vuelta en la esquina de la calle Gloucester hacia la izquierda, sobre Boylston. Tamerlán Tsarnaev caminaba unos pasos delante de su hermano menor, Dzhokhar. Parecían contentos, incluso sonrientes, nada raro en uno de los días más alegres de Boston. Ambos cargaban grandes mochilas en la espalda.

 

A las 2:41, los dos hermanos se paran cerca del Forum Restaurant, en el 755 de Boylston Street, ese lugar que se quedó con los vasos de cerveza Samuel Adams casi intactos, igual que los platos repletos de comida.

 

De pronto, Tamerlan Tsarnaev camina hacia la meta para ubicarse en el lugar en donde explota la primera bomba.

 

Su hermano pequeño, Dzhokhar, a las 2:45, camina con el dedo pulgar de la mano derecha bajo el asa de su mochila, y su celular en la mano izquierda. Unos segundos después se para enfrente del restaurante Forum y se acerca a la barrera de metal, entre decenas de espectadores, dándole la espalda a la cámara del lugar, viendo a los corredores.

 

De pronto, se agacha y deja su mochila en el suelo. Una foto tomada desde el otro lado de la calle muestra que la tiene entre sus piernas.

 

Dzhokhar se queda ahí cuatro minutos, voltea una y otra vez a ver su celular, a la altura de su cintura. Toma una foto. Manda mensajes. Cuando pega su celular a su oreja y cuelga, pasan unos 10 segundos y explota la primera bomba. La gente empieza a reaccionar ante el estallido. Corre, grita. El rostro de todos se transforma de repente. De todos menos el de él.

 

Todas las cabezas voltean hacia la meta. Dzhokhar se ve calmado. Comienza entonces a caminar hacia el lado opuesto de la línea final del maratón. Ya no trae su mochila. 10 segundos después de que comienza a moverse, otro estallido.

 

Tres personas murieron y más de 200 fueron heridas.

 

MOCHILAS NEGRAS

 

Luego de examinar cientos de horas de videos, había que averiguar quiénes eran los sujetos. El FBI ingresó a sus bases de datos los rostros de los dos hombres con mochilas negras. Pero no aparecían, a pesar de que Tamerlán Tsarnaev, de 26 años, sí está dentro de la base de datos, pues es señalado como amenaza por el Gobierno ruso y tenía licencia de conducir.

 

Tenían sus fotos. Videos. Pero no sabían quiénes eran.

 

Simultáneamente, en redes sociales comenzaron a realizarse foros ciudadanos en los que pedían a las masas cooperar para encontrar a los sospechosos. Cientos de hipótesis fueron naciendo alrededor de los hombres con mochilas negras. Posteaban la foto, y explicaban por qué sospechaban que ese o esos sujetos eran los responsables de la explosión. El FBI estaba preocupado, tenía que hacer algo, sobre todo después de que el New York Post publicó en su portada, con el título “Bag Men”, la foto de dos corredores del área de Boston, universitarios sin ningún vínculo con los ataques.

 

Aproximadamente a las cinco de la tarde del 18 de abril, las autoridades decidieron hacer públicas las imágenes de Bomber One y Bomber Two.

 

Los tips a la línea del FBI llegaron, y así conocieron sus nombres: Tamerlán y Dzhokhar Tsarnaev.

 

“YO HICE ESO”

 

El 18 de abril, cerca de la medianoche, un hombre a bordo de una SUV Mercedes pasaba por Cambridge. Un hombre tocó su ventana, cuando la bajó, entró al auto.

 

Le apuntó a la cabeza con la pistola:

 

“¿Escuchaste de las explosiones en Boston? Yo hice eso”.

 

El hombre le quitó el cargador a su arma y le enseñó que traía balas.

 

“Hablo en serio”, le advirtió.

 

El hombre con el arma lo obligó a dirigirse a cierta dirección, donde recogieron a otro hombre. Pusieron algo en la cajuela de la Mercedes. Le quitaron las llaves del auto y lo pasaron al asiento del copiloto.

 

Los hombres comenzaron a hablar en otro idioma, algo que el dueño del vehículo no entendió.

 

Le pidieron dinero. Apenas traía 45 dólares en la bolsa, por eso pararon en un cajero automático. En una gasolinera de Shell, cuando dejaron solo al dueño de la SUV, logró huir y avisarle a las autoridades lo que acababa de pasar.

 

En Watertown, Massachusetts, tiraron dos explosivos fuera del auto. Y luego que fueron alcanzados por la policía, respondieron abriendo fuego. Uno de los hombres quedó severamente herido. Y el otro logró huir.

 

Unos kilómetros adelante, el auto fue hallado. Tenía más explosivos en su interior.

 

LOS IDENTIFICAN

 

El agente especial del FBI, Daniel R. Genck, revisaba imágenes de la policía cuando notó una captada en un cajero automático en una gasolinera. Eran los hombres que buscaba. Tamerlán y Dzhokhar. Habían estado ahí aproximadamente a las 12:17.

 

Le dijeron que habían llevado a uno de los ladrones al hospital Beth Israel, pero murió. Pidió que revisaran sus huellas: confirmó que era el mayor, Tamerlan Tsarnaev.

 

Pidió cercar la zona.

 

Con las mismas huellas dactilares, descubrieron que vivían en la misma casa y supieron que eran inmigrantes.

 

Los explosivos que hallaron en la Mercedes que robaron eran similares a los que se usaron en el Maratón de Boston.

 

Dzhokhar Tsarnaev había desaparecido. Pero lograron llegar a su dormitorio en la Universidad de Massachusetts, en Dartmouth, en donde encontraron, entre otras muchas cosas, explosivos, una chamarra negra y una gorra blanca, las mimas que usa el Bomber Two en el maratón.

 

COMO POLIZONTE

 

El 19 de abril, David Henneberry salió de su casa a tomar un poco de aire. Estaban sitiados por la policía, el FBI y demás cuerpos de seguridad que buscaban al fugitivo. Ese viernes por la tarde escuchó el sonido de la lona que cubre su lancha. Se movía con el viento. Algo muy raro. No le hacía sentido, pues incluso en tiempos de nieve resiste los embates del ambiente. ¿Cómo es que se soltó?

 

Al acercarse encontró un rastro de sangre. Se acercó más a su lancha y más sangre. Inmediatamente llamó al 911.

 

Unos minutos después, que a él le parecieron eternos, llegó la policía. Encontraron a un sujeto dentro del bote. Traía identificaciones y tarjetas de crédito en la bolsa: Dzhokhar Tsarnaev.

 

Tenía heridas visibles de bala en la cabeza, cuello, piernas y una mano.

 

Fue llevado a un hospital, donde ayer escuchó que se le acusa de usar un arma de destrucción masiva que provocó muertes. El agente especial del FBI, Daniel R. Genck, dice que tienen evidencias altamente incriminatorias.

 

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