Entre miles de flores de cempasúchil, Ulises, su esposa y sus cinco hijos, compartieron el cariño y vocación con el que trabajan la tierra para la producción de diversos tipos de plantas como nochebuenas y tulipanes.
Gabriela Esquivel |

Entre un mar con tintes naranjas y amarillos, así como un perfumado olor de campo, el señor Ulises Díaz trabaja la tierra con miles de flores de cempasúchil a fin de tener todo listo para la celebración del Día de Muertos.

Esta labor forma parte de una tradición que empezó hace 30 años con su bisabuelo y que se ha transmitido entre generaciones, hasta llegar al día de hoy con su primogénito Elías, quien ha decidido estudiar agronomía para seguir aportando conocimiento y trabajo al negocio familiar.

El agricultor narró a 24 HORAS cómo de niño corría entre las milpas mientras su abuelo y su padre trabajaban la tierra para las nochebuenas y los tulipanes; flores que también son propensas a darse en esta región.

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Compartió que en este oficio es común el uso excesivo de agroquímicos, ya que pueden favorecer a los agricultores en sus cosechas porque sirven para proteger los cultivos, aumentar la productividad, además de mejorar la calidad del suelo y las plantas; no obstante, advirtió que deben usarse con precaución debido a posibles impactos ambientales y en la salud de las personas.

Cempasúchil demora entre 90 y 120 días en crecer y florecer

Entre miles de flores de cempasúchil, Ulises, su esposa y sus cinco hijos, compartieron el cariño y vocación con el que trabajan la tierra para la producción de diversos tipos de plantas como nochebuenas y tulipanes.
Gabriela Esquivel  

En un recorrido por su jornada para el riego, cuidado y cosecha de estas flores, en la mirada de don Ulises se aprecia el cariño y la vocación con la que desempeña sus labores, incluso compartió a este diario parte del proceso que conlleva la producción de las plantas y la forma adecuada para germinar una semilla de cempasúchil, algo que lleva aproximadamente un mes para que esté en condiciones de trasplantarla en una maceta hasta su desarrollo, proceso que llega a tardar hasta tres meses.

Por ello, el trabajo de la tierra empieza meses antes para poder venderlas a finales de octubre y noviembre, ya que el cempasúchil demora entre 90 y 120 días en crecer y florecer desde la siembra de la semilla.

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"Es un orgullo y un honor poder llegar a las casas de las familias mexicanas que siguen resguardando esta bonita tradición, es el resultado de mucho trabajo y mucha dedicación y nos llena de orgullo a mí y a mi familia", dijo.

El agricultor expresó su preocupación de que algún día desaparezca la tradición, no por la falta de cultura o difusión, sino, por problemas económicos de la sociedad, pero tiene esperanza de que el futuro, que siembra hoy para sus cinco hijos, será mejor.