El dilema no es el papel periódico, en realidad es el papel de los periódicos en la era de la infoxicación. El tiempo real, reconocido por los glotones de la información como inmediatez, ha envejecido a los géneros periodísticos y a los propios editores ortodoxos que guardan bajo sus almohadas los libritos de periodismo con el único objetivo de asegurarse que nunca romperán su vínculo con el pasado (automotivación).

 

Las 10 secciones del nuevo The Washington Post son:

 

  1. Nostalgia: a quienes les haya provocado sorpresa la decisión de Jeff Bezos de comprar al legendario The Washington Post son, precisamente, los que no obtuvieron buena calificación en la prueba del ácido referente a la comprensión del mundo ingrávido.
  2. Tiempo irreal: las redes sociales terminaron por “enfermar” a las redacciones de los periódicos. Como diría un clásico en la narrativa del beisbol: contra la inmediatez no hay defensa.
  3. Editorial de Jeremy Rifkin: hace 13 años esbozó lo que hoy vivimos. En efecto, publicó el libro La era del acceso; muchos no le creyeron, son los nostálgicos de hoy. Quienes sí lo hicieron fueron los dueños y editores de The New York Times. Su transición hacia la era ingrávida forma parte de un plan estratégico. Las tácticas pueden variar, su visión no.
  4. Amazon: las externalidades de los intangibles son múltiples. Una de ellas, la comodidad; no es condición suficiente para ingresar al conocimiento pero sí es condición necesaria para desarrollar el deseo por consumir placer digital. Contrario a las leyes de la física, los placeres no se transforman, cambian.
  5. Carta del director Jeff Bezos (en teoría fue dirigida el lunes pasado a los empleados de The Washington Post, la realidad es que fue dirigida al mundo): “El internet está transformando casi todos los elementos del negocio de la información: acorta los ciclos de las noticias, erosiona las antiguamente fiables fuentes de ingresos y permite nuevos tipos de competencia, algunos de los cuales tienen poco o nada de los costos que representa la recopilación de noticias”.
  6. Twitter: la sección parece un nuevo género periodístico, el de la banalidad. El chisme cosmético con el que los participantes de la oclocracia distraen sus frustraciones. La realidad es otra: Twitter inquieta a quienes están acostumbrados a vivir en un mundo sin críticas ni errores. En efecto, el principal gremio acrítico es el político. El simple hecho de que cualquier tuitero pueda ingresar a las pantallas de sus Blackberry e iPhone les irrita.
  7. Wikileaks: no es un género periodístico pero subyace en la misión del periodismo; revelar el contenido de las sombras que violan a las garantías individuales. Es el preámbulo de una guerra que comienza a gestarse: la tecnología en contra del establishment. No es una guerra santa; tampoco colonialista. La paz sólo se conseguirá a través de la una clara rendición de cuentas.
  8. Life&Style: la sección más leída desde que la globalización reveló a los editores la necesidad de articular secciones interdisciplinarias. Adiós a la costumbre de bautizar a las secciones como: Política, todo lo que tiene que ver con la grilla. Deportes: el sudor reglamentado. Espectáculos: imágenes del mainstream televisivo. Ciudad: topes y baches. Seguridad: balas y venganzas. Las actividades interdisciplinarias se convierten en la gran contribución de la globalización.
  9. Cafebrerías: sección para ser leída en librerías con aroma de museo. En la Ciudad de México, El Péndulo es el lugar óptimo. Sin decirlo, se convirtió en el preámbulo de Starbucks. Mientras que El Péndulo le otorga al contertulio la escenografía de los libros, Strarbucks le aporta una especie de pasarela o feria de vanidades.
  10.  Finanzas: el Valor Presente Neto arroja signos mortales a la industria de la cultura tangible: libros, periódicos, discos y películas, entre otros, permean sin costo a nuestro cerebro. Sólo a personajes como Jeff Bezos se les ocurrió inventar un algoritmo de costo que Amazon se encarga de incrustar en nuestro cerebro.

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