Bueno… Y ahora qué. Ya han conseguido que el populista Donald Trump sea el nuevo Presidente de la nación más poderosa del mundo. Y digo que lo han conseguido porque sí hay unos responsables o, más bien, unos irresponsables que, con sus actitudes, le han abierto las puertas a Trump. Un sector de la clase política global tiene una parte importante de responsabilidad.
Durante muchos años, la ecuación del neoliberalismo y la democracia se ha ido manoseando, a tal punto que ambos conceptos han sido prostituidos.
Amparándose en la democracia y en la libertad –auténticos valores sagrados que muchos desconocen su valor real– comenzó la impunidad, la cultura del pelotazo, el enriquecimiento rápido por las amistades, la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, el sistema que protege a las élites políticas para olvidarse de la ciudadanía. Y, a todo esto, la ciudadanía aguantó y aguantó mientras veía cómo se desgastaba y las “élites” crecían.
En Europa, nuestros dirigentes han seguido por ese camino. En España se llegó a tener más de seis millones de desempleados y 13 millones de pobres. Pero mientras la mayoría de los españoles sufrían día a día, buscaban trabajo sin encontrarlo o ganaban una miseria, los casos de corrupción irrumpían por una parte no menor de la clase política. Sin embargo, no había ningún castigo para ellos. El estoicismo está llegando a límites que parecían ilimitados.
Algo muy parecido ha ocurrido y ocurre en muchos países de Europa. No obstante, los políticos se aferran a seguir ocupando sus puestos sin mirar la realidad de la ciudadanía y, ¡claro!, todo tiene un límite. Han sido muchos años de promesas incumplidas, de blindajes irrompibles, de manipulaciones rebuscadas, de desaires altivos; han sido muchos años de utilizar la democracia para su uso personal.
Desde hace tiempo ha habido avisos. Primero en América Latina con la Venezuela Bolivariana, la Bolivia de Evo o la Nicaragua de Ortega –quien, por cierto, ha vuelto a ganar–. Otros más siguieron en la estela del populismo que hoy recorre el continente empezando por Estados Unidos.
En Europa hubo también un aviso cuando ganó la extrema izquierda demagógica de Syriza en Grecia, aunque posteriormente su presidente Tsipras tuvo que modificar gran parte de su discurso.
Trump ha abierto la caja de los truenos. A principios de diciembre hay elecciones en Austria. El candidato de la extrema derecha tiene muchas posibilidades de ganar, y más ahora que Trump es el nuevo Presidente de Estados Unidos. Lo mismo puede ocurrir en Francia en abril próximo y en Alemania para septiembre. De hecho, Angela Merkel y su partido acaban de obtener un varapalo en Berlín en septiembre pasado con un ascenso de la ultraderecha. ¿Les suena algo?
Holanda, Bélgica, Dinamarca o Hungría se encuentran en situaciones análogas.
La victoria de Donald Trump es el comienzo de los estertores de un modelo político que la Red lo ha hecho global.
Asistimos a los proemios de un nuevo modelo. Pero de ninguna manera éste puede pasar por los populismos tan rancios como los que hemos vivido hasta ahora.
Como escribí en el artículo anterior, querido lector, mucho van a tener que cambiar las cosas para que el príncipe quiera besar a la princesa y así el cuento acabe bien.