Era de esperarse todo cuanto vimos ayer en la XXI Asamblea Nacional del PRI: el entusiasmo febril ante la figura de Enrique Peña Nieto, la ovación por haber recuperado la banda presidencial tras derrotar a la segunda administración panista, la plana mayor sonriente, secretarios de Estado, gobernadores, ex presidentes del partido, cartelones, confeti, tambora, auditorio repleto y hasta amagos de bronca por tratar de ingresar al Centro Banamex.

 

Sólo dos cosas nos sorprendieron: la ausencia de matracas (objeto clásico de las viejas celebraciones del tricolor) y el hecho de que fuera Jorge de la Vega Domínguez quien clausurara los trabajos de la Asamblea con que el Partido Revolucionario Institucional rompió las ataduras que se impuso en las dos últimas décadas.

 

Resalto el segundo caso porque, paradójicamente, fue con Jorge de la Vega Domínguez al frente del PRI cuando comenzó a resquebrajarse la otrora poderosa maquinaria priista. Fue el propio chiapaneco, el 4 de marzo de 1987, quien en su discurso de clausura de la XIII Asamblea Nacional provocó la salida del partido de Cuauhtémoc Cárdenas, de Porfirio Muñoz Ledo y de un buen número de priistas de primera línea (ellos enfrentarían al PRI en el 88 y un año después crearían el PRD), al advertir:

 

“En el PRI no tendrán cabida ni la ‘quinta columna’ ni los ‘caballos de Troya’. En el ejercicio de nuestra rica democracia interna no perdemos el tiempo combatiendo a ínfimas minorías o a personas que tengan otros objetivos, otros propósitos y otras banderas”.

 

Eso fue hace 26 años. Miguel de la Madrid vivía su quinto año en Los Pinos. Carlos Salinas de Gortari estaba a unos meses de convertirse en su candidato presidencial. Era la confirmación del arribo de los tecnócratas al poder -así fuera a trompicones, como la famosa “caída del sistema” en 88-, y De la Vega Domínguez, ese 4 de marzo del 87, marcaba la ruta. Una ruta que los llevaría a perder la Presidencia de la República 13 años después.

 

Pero ayer, conmovido, el octogenario De la Vega (muy bien conservado, por cierto) volvería a levantar los ánimos de los asistentes cuando mencionó: “Hace mucho que no escuchaba a un presidente (de la República) expresarse con fe, con alegría, y que nos despierte la confianza que usted nos está dando…”.

 

“Este es un hito”, agregaría este observador durante 60 años de la vida interna del PRI, “congratulémonos por el carácter histórico de esta Asamblea”.

 

Se alzaban carteles con la leyenda “Soy el #PRI que viene”, “Asamblea #PRI 21”, manoplas de cartón con el índice apuntando al cielo. En las primeras filas aplaudían los ex presidentes del partido: Roberto Madrazo, Ignacio Pichardo Pagaza, Gustavo Carbajal, Fernando Ortiz Arana, María de los Ángeles Moreno, Pedro Joaquín Coldwell.

 

Al frente, presidiendo la Asamblea, su actual dirigente, César Camacho; y quienes encabezaron las mesas de discusión, los también ex dirigentes José Antonio González Fernández, Cristina Díaz, Mariano Palacios Alcocer, quien se llevó una buena ovación y gritos de ¡bravo!, cuando dijo que a partir de ahora, con los nuevos estatutos, “no se utilizan más verbos ambiguos… ¡no más simulación!”.

 

De aquellos que dirigieron alguna vez al tricolor y aún viven -o que no están en otro partido-, faltaban (o no vimos): Humberto Moreira, Beatriz Paredes (actual embajadora en Brasil) Dulce María Sauri, Genaro Borrego, César Augusto Santiago y Santiago Oñate.

 

En fin, los demás estaban de vuelta. Pero más que nada, el Presidente de la República estaba de nueva cuenta con ellos. Era lo más importante para las priistas. ¡Adiós a la sana distancia enarbolada por Ernesto Zedillo!

 

Manlio Fabio Beltrones, coordinador de los diputados del PRI, lo diría así: “La primera vez que nos equivocamos fue cuando el PRI no estuvo cerca del presidente y el presidente no estuvo cerca del PRI. Ese día perdimos”.

 

El líder de la bancada de los senadores del tricolor, Emilio Gamboa, sonreía como pocos. ¿Contento? “Tú qué crees… ¡más de 12 años de no vivir esto con el presidente de la República!” Y así, todo fue celebración.

 

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GEMAS: Regalito del ex gobernador de Chiapas, Eduardo Robledo, durante la Asamblea del PRI: “Si esto fuera una película mexicana, se llamaría: La vuelta del charro negro”.

 

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